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Enrique Dussel y la república amorosa

El 5 de noviembre se cumplió un año de la partida física del Dr. Enrique Dussel (1934-2023). Desde que se dio a conocer la noticia de su fallecimiento se han realizado una serie de merecidos homenajes póstumos, tales como conferencias, coloquios, etc., desde los claustros académicos, pero también, desde los espacios de referencia de partidos de izquierda, colectivos políticos, sociales o de activistas ciudadanos, todos recordando desde sus trincheras las aportaciones al pensamiento crítico y la práctica política que en México y otros países, podemos concebir como la gran escuela de Dussel.

La pluralidad de receptores de las botellas al mar conceptuales que el filósofo lanzó a lo largo de su vida, representa sus alcances tan diversos, desde y para la periferia, y remiten no sólo a un extraordinario profesor universitario, sino a un maestro de la vida para ciudadanos de a pie, formados en el simple placer de la lectura, autodidactas y dirigentes de movimientos sociales de la ciudad, la Sierra, la selva o los puertos del mar, a los que enseñó y conmovió haciendo.

El Dr. Dussel afirmó: “Yo participaba en muchos movimientos estudiantiles. Era un líder estudiantil y, a pesar de que había tocado distintas áreas, me metí en filosofía para ordenar mi cabeza y expresar mejor lo que pienso”. Seguramente, que derivado de esas experiencias del maestro en los movimientos estudiantiles se expresó su enorme vocación por compartir las tesis de sus publicaciones directamente entre los nuevos movimientos con los que tuvo cercanía en el México -de la época del cambio de siglo hasta su partida-. Las charlas magistrales del filósofo eran auténticos espacios de formación política sin distinciones para jóvenes y universitarios en general, involucrados ya sea en el movimiento zapatista durante la década de los noventa, las movilizaciones altermundistas del siglo XXI, y la génesis del obradorismo y de los colectivos semilla precursores de Morena y de la Cuarta Transformación (2004-2014).

El Dr. Enrique Dussel siempre fue atento, generoso y participativo con las iniciativas estudiantiles; ya fuera en la UNAM, la UAM, la UACM (de la que además fue Rector defendiendo la esencia del proyecto académico humanista), la ENAH u otras instituciones educativas (ya venía de una intensa vida de impartir cátedra en decenas de universidades de varios países), siempre se dio tiempo de ilustrar la realidad en función de las premisas publicadas en sus más de sesenta libros. Por eso el Doctor siempre fue además un gran pedagogo de masas, en la cosecha del porvenir para un mundo más justo.

Tras el atentado con bomba que sufrió con su familia en Mendoza, Argentina, donde fue acusado de «marxista» por la ultraderecha y se atentó por este hecho contra su vida, se exilió en México; posteriormente, en 1977 publicó uno de sus libros fundamentales: Filosofía de la liberación.

La obra de Dussel significa un gran legado para todos quienes aquellos comprometidos en interpretar la realidad para transformarla. De entre los recuerdos personales tras su partida física, rescatamos dos planteamientos, que sirvieron de fundamento a la Republica Amorosa promovida por AMLO como antítesis de la politiquería de Felipe Calderón -quien entre el 2006 y el 2012 sembró el odio y la muerte en México-.

En 2012, el Dr. Dussel escribió el texto El amor en la república, dónde señaló: “El amor es expansivo, creador, abre las venas y la sangre irriga el cerebro: imagina un futuro mejor, intenta reparar las injusticias pasadas, abre un presente de esperanza y novedad. Tiene tristeza, pero del mal, el sufrimiento que sufre el otro. Le alegra cuando el otro triunfa, cuando es feliz, cuando le va bien. Es más, obra, lucha, trabaja para que la comunidad crezca”.

Del fundamento del amor como premisa para el cambio social, en aquellos años el Dr. Dussel siempre ejemplificaba que en las etapas del cambio social habría que tener presente:

“El gran líder sudafricano, fundador de un partido de izquierda en su país, fue injustamente puesto en prisión durante 27 años. Pudieron ser años de rumiar un infinito odio a los que lo habían encarcelado. Liberado por la presión nacional e internacional, nadie lo hubiera criticado si hubiera hecho juzgar duramente a los blancos, minoría y opresores de la raza africana, y remitido a la misma cárcel que había sufrido. Pero Mandela, en un gesto político de inmensa magnanimidad, amor y grandeza, perdonó a sus oponentes políticos. Con ello selló una fraternidad constitutiva mínima de la política. Todos en Sudáfrica, hasta los blancos, lo consideran el padre de la patria; con esta actitud fundó Sudáfrica. Hoy, en México, necesitamos en primer lugar muchos Mandela; después vendrán los grandes críticos y los constructores de la revolución que hay que construir sobre las ruinas que pisamos cotidianamente en nuestras calles y campos, en ciudades, aldeas, valles y montañas”.

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