Las elecciones federales del pasado 6 de junio fueron consideradas las más grandes de la historia de México, por su alcance y por el gran número de cargos de elección popular en disputa, ya que se eligieron casi 21 mil puestos federales y locales.
Sin embargo, de los más de 93 millones de electores que la autoridad electoral tiene registrados, solamente acudió a votar entre el 51.7% y 52.5% de la lista nominal. Si bien es un porcentaje alto en comparación con otras elecciones intermedias, se queda lejos del 63.42 % de mexicanos que en el 2018 decidieron salir y emitir su voto para abonar a la transformación del país. Este porcentaje nos dice que todavía quedan muchos pendientes para consolidar la participación en los procesos electorales.
Como un simple ejercicio de comparación, destaco la participación que tuvo el hermano Pueblo del Perú en su reciente elección presidencial, ya que alcanzaron un 74.7% del electorado. Esto resulta relevante por el triunfo del maestro rural Pedro Castillo, con lo que se impidió que la derecha asumiera el poder en ese país.
La forma en la que se llevan a cabo los procesos electorales en un país es sustancial para su desarrollo y aquí es importante señalar que, por primera vez en la historia de México, se percibe una auténtica democracia: el gobierno no intervino de ninguna forma en el proceso electoral y se realizaron elecciones libres e informadas en las que se garantizó el respeto a la voluntad popular.
No obstante, la actuación del árbitro electoral fue parcial, como se documentó en contadas ocasiones cuando el Instituto Electoral se encargó de frenar candidaturas de izquierda que resultaban sumamente competitivas en distintas partes del país, lo que resultó una grave afrenta a nuestra democracia.
Por ello, los índices de participación bajos podrían traducirse en una mayor desconfianza del electorado hacia las autoridades, particularmente locales, o simplemente apatía o desinterés por los asuntos públicos.
A pesar de que México cuenta con mecanismos sólidos de participación, necesitamos que el Instituto Nacional Electoral recupere la credibilidad y la confianza que perdieron en procesos anteriores y convencer al ciudadano sobre su capacidad de influir directamente en las decisiones gubernamentales.
Si la confianza ciudadana es entendida como un juicio sobre el funcionamiento de nuestro sistema político, es posible decir que aquellos ciudadanos que tienen más confianza en sus autoridades se muestran más participativos y dispuestos a utilizar las herramientas convencionales de participación, como el sufragio.
El ideal democrático al que México aspira es el de gobernar para y con el Pueblo, y esto no puede solamente plantearse desde arriba a través de la democracia representativa, sino más bien debe acompañarse en todo momento desde abajo, construirse desde la base social; esto solo será posible por medio de la acción directa de la ciudadanía en los asuntos públicos.
Hoy, la tarea debe ser salir y convencer a los casi 50 millones de mexicanos que el pasado 6 de junio decidieron no ejercer su derecho a votar. Pero, sobre todo, recuperar la confianza de quienes en el 2018 dieron su apoyo a la transformación de fondo y en el 2021 no lo hicieron; eso nos va a permitir que los malos gobiernos que tuvimos en el pasado no sigan lastimando el futuro de las futuras generaciones.
La Cuarta Transformación de la vida pública va más allá de un sexenio. Se trata, pues, de sembrar las bases institucionales que permita de una vez por todas desterrar cualquier vicio del pasado.
Por esto, resulta indispensable recuperar la confianza ciudadana en las instituciones de cara al siguiente proceso electoral del 2024, fundamental para continuar con la consolidación democrática que México requiere.
Buscamos que se acaben por fin las viejas prácticas electoreras, apuntar hacia un mejor futuro, y otorgar al Pueblo el poder de decidir de manera libre e informada. La voluntad popular, consagrada como uno de los máximos principios constitucionales, va más allá del voto y esta se debe reflejar en una participación efectiva, para que con ello logremos sembrar futuro para consolidar nuestra vida en democracia.