Pluma Patriótica

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Fox: traidor a la democracia

Todavía tiene ecos la cartulina que en abril de 2005 el estudiante indígena Raúl Alberto Sánchez, alumno de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO), sostenía con la frase: “Fox, traidor a la democracia”, y más aún sus palabras: “no nos hagamos señor”, con la que el joven remató la cínica respuesta del entonces intocable presidente Vicente Fox, quien se pretendía deslindar del proceso de desafuero del entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador. Esto significaba un golpe de estado técnico cocinado en Los Pinos para descarrilar al líder opositor de la carrera presidencial.

“Fox, traidor a la democracia”, es —desde que las manos morenas de un humilde estudiante que logró brincar el cerco del Estado Mayor Presidencial y poner en la mismísima cara del mandatario aquella frase— la descripción perfecta que la voz del Pueblo hizo del panista que llegó al poder con un falaz discurso opositor y democrático, y que en solo tres años había demolido las expectativas de cambio depositadas en él para convertirse en un simple continuador del gatopardismo neoliberal, e incluso en llegar al extremo de atentar contra la democracia, la transición y la “alternancia”, de la que tanto alarde hacían los mismos intelectuales orgánicos de siempre —quienes, por cierto, también en aquellas jornadas callaban ante la injusticia y el desafuero de AMLO—.

Pero para muchos no era sorpresa, porque Fox estuvo anclado al salinismo desde los inicios de su trayectoria política; el exgerente de Coca Cola fue el primer beneficiado de la reforma salinista al artículo 82 de la Constitución, que limitaba el derecho a optar por la presidencia de la República tan solo a los ciudadanos hijos de mexicanos; así fue que el guanajuatense llegó a la silla presidencial más allá de la nacionalidad española de su madre y la descendencia alemana de sus bisabuelos paternos, que migraron a los Estados Unidos.

La historia del joven Fox transcurrió entre el ambiente ultraconservador del Bajío, formado en instituciones católicas que fueron su puerta de acceso al mundo de los negocios dentro de la Coca Cola Company. En esos espacios de derecha recalcitrante formó su ideario político.

Su carrera política en 1988 lo llevó a ser diputado federal por el PAN justo en la legislatura que terminó avalando la elección presidencial de Carlos Salinas de Gortari. Durante los debates del Colegio Electoral en que se constituyó la Cámara de Diputados, sucedió una anécdota premonitoria de su carrera política entre el chiste y la desilusión: con dos de la boletas que demostraban el fraude cometido, el diputado Fox simuló dos orejas de ratón como una forma de crítica a partir de ridiculizar a Salinas. Pero solo fue un suspiro de la historia, porque al final del día, Fox junto con Felipe Calderón y Diego Fernández fue artífice del maridaje entre Salinas y el PAN que hoy en día se conoce como el PRIAN.

En 1995, Fox alcanzó la gubernatura de Guanajuato envuelto en la bandera opositora y la crítica abierta al fraude operado por medio de financiamiento ilegal del candidato del PRI. Ahí aprendió que el discurso incendiario le redituaba buenos resultados… por lo que, en menos de 2 años, manifestó su deseo de competir por la presidencia de la República.

Con Vicente Fox, la política mexicana presenció una nueva manera de operar una campaña electoral que inició con tres años de anticipación, creando una red de apoyo entre políticos y empresarios que le permitiera “introducirse en el mercado”, tal cual lo hacía con la Coca Cola. Fox fue el primer presidente del “marketing político”, que lo dibujaba como bonachón y populachero, prometiendo “vocho, changarro y tele” para todos los mexicanos.

Montándose en el amplio movimiento opositor que nació en 1988 en contra de la continuidad del PRI en la presidencia, supo venderse como la única opción viable para sacar a este partido del poder, haciendo el primer llamado al “voto útil” para terminar con el régimen de partido de Estado. No fueron pocos las personas honestas que cayeron en este garlito, sin reparar en su ideología confesa a favor de la economía de mercado —que compartía con Ernesto Zedillo—y que estaba encubierta en su discurso del “Cambio”.

Así, en el 2000 presenciamos el ascenso de una nueva clase política ultraconservadora en sus valores y ultraliberal en sus prácticas: el gobierno de empresarios para los empresarios.  Después se supo que detrás del personaje que como candidato aparecía en televisión con sombrero, hebilla gigante y botas de vaquero para aparentar ser un “ranchero del Pueblo”, hubo toda una maquinaría de triangulación de recursos de dudoso origen, denominada “Amigos de Fox”, que en realidad fue el recipiente de la nueva ola de empresarios que habrían de beneficiarse de la corrupción y el influyentismo en el primer gobierno panista de la historia. Fue una estrategia donde los hijos de la esposa de Fox, Martha Sahagún, los famosos hermanos Bribiesca, operaron los negocios a la sombra del aparato del Estado.

Hoy la imagen de Vicente Fox puede parecernos lastimera, despojado de los privilegios que él mismo había asegurado para sí mismo y su ambiciosa familia, haciendo gala en twitter de su urgencia de llamar la atención por medio de su primitivismo político expresado en opiniones irracionales que provocan pena ajena, incluso entre sus defensores. No debería sorprendernos que, con su estrategia de marketing, intente volver a ganar simpatías con la imagen del ranchero entrón, echado pa´delante que no teme ser “políticamente incorrecto” en sus opiniones en contra de su mayor rival, nuestro Presidente, quien sí ha tenido la congruencia democrática de la que el panista siempre careció.

La obsesión de Fox en contra de López Obrador aumenta en la medida que por primera vez en la historia de México se abre la posibilidad de ser llevado a juicio por todos sus excesos y abusos en el ejercicio del poder. De ser un mal chiste, Fox tiene que terminar siendo un precedente para evitar la irrupción de nuevos personajes solo impulsados por la frivolidad, la imagen mediática y la ambición desmedida.

No olvidamos que Vicente Fox en 2003 se propuso llevar a la presidencia de México a su esposa Martha Sahagún y que diseñó un plan para el uso faccioso del aparato del Estado, que tuvo su punto culminante con el desafuero de AMLO en 2005, con la pretensión de negarnos a los mexicanos el derecho a decidir nuestro destino en las urnas. Ese plan no contaba con jóvenes como el estudiante oaxaqueño que lo encaró y le espetó de frente: “Fox: traidor a la democracia”. Desde entonces así lo recordamos millones de mexicanos que en 2005 echamos atrás el desafuero y el 1° de agosto de 2021 llevaremos al juicio impecable de la historia al bravucón expresidente.

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