En estos días se realizaron elecciones en Francia e Inglaterra y, si bien aún hay dudas sobre los personajes que encabezarán los gobiernos, el verdadero mensaje es que sus ciudadanos están hartos del modelo neoliberal y no quieren saber nada de la ultraderecha.
En ambos casos, la ultraderecha quedó en lugares lejanos a los que las encuestas reportaban, y sus espacios en el Legislativo se vieron reducidos a meros observadores. Parece que la amenaza de la ultraderecha en Europa comienza a retroceder, y es algo que se debe festejar, pues comenzaba a preocupar que modelos fascistas basados en el miedo y odio comenzaran a tomar poder en el viejo continente.
Desde hace un lustro, expertos en economía reportaban lo que parecía ser el final del modelo neoliberal en el mundo y, con lo sucedido en estas elecciones en Inglaterra y Francia, parece ser la última palada en el modelo que incrementó la pobreza, la desigualdad y la violencia en el mundo.
Si bien el próximo Primer Ministro de Inglaterra no es un hombre totalmente de izquierda —como sí lo es Jeremy Corbin, líder histórico del partido laborista británico—, Keir Starmer ha dejado en claro que está a favor de que los servicios públicos como la salud, la vivienda y la educación se recuperen para dar oportunidad a la clase media de acceder a ellos; servicios que, durante la época neoliberal, se volvieron inaccesibles para esos sectores de la sociedad. Su partido se ha comprometido a levantar 1,5 millones de viviendas durante los próximos cinco años. En materia económica, se ha referido a la creación de una empresa pública de energía, para bajar el precio de las facturas.
En Francia todavía no está claro quién será la cabeza del próximo gobierno, pero el caso es aún más significativo que en Inglaterra, ya que —ante un movimiento fuerte de la ultraderecha que amenazaba con hacerse del poder— las fuerzas de izquierda del país galo se unieron para detener ese avance y lograr la mayoría en la elección. Parece que aquel “vengo a México a aprender de la revolución ciudadana conducida por AMLO” de Jean-Luc Mélenchon en 2019 era vaticinio de lo que la izquierda francesa haría unos años después. Da la impresión de que los movimientos de izquierda por fin pudieron calmar sus egos por el bien del movimiento y del Pueblo francés, que ha sido quien ha pagado las facturas de esa falta de unión, que siempre daba paso a la derecha y los poderes económicos que deterioraron la vida de la clase media francesa.
Enhorabuena, pues, a esos países y que siga creciendo la exigencia de bienestar para todos en el mundo, pero —sobre todo— que se aleje la amenaza de la ultraderecha que tanto daño ha hecho.
Y a los extraterrestres, primero investiguen, después opinan.