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Hablando de panteones

Hablemos de terror.

El cine de terror en México es tan antiguo como la época dorada del cine nacional; fue explorado en más de una ocasión por reconocidos directores, aunque mantiene un estatus modesto con respecto a otros géneros producidos en el país. Su importancia actual radica en las numerosas producciones anuales, los festivales especializados que nacieron y se celebran dentro de sus fronteras y el redescubrimiento de una cultura tan cercana al horror desde épocas coloniales, inspiración de grandes obras y subgéneros de la cinematografía nacional.

Quizá una de las filmaciones más destacadas por su género fuera la protagonizada por Ignacio López Tarso. “Macario” (1960) fue la primera película mexicana en ser nominada al Oscar a mejor película extranjera y además ganó el premio a mejor fotografía en el Festival de Cannes.

Luego vendrían otras menos conocidas, pero igual de talentosas, como: Espiritismo (1962); El espejo de la buja (1962); La maldición de la llorona (1963); El escapulario y Hasta el viento tiene miedo (1968); El libro de piedra (1969); Más negro que la noche (1975); La tía Alejandra (1979), y Veneno para las hadas (1986).

Pero hoy que sentimos todavía ese ambiente de Día de Muertos, quiero relatarles una película que protagonizó Arturo de Córdoba: El esqueleto de la señora Morales, de los tiempos de Macario (1960), que dibuja bien las circunstancias sociales de la época en México, muy parecidas al actual en cuanto al final de la trama de horror.

El esqueleto de la señora Morales es una película de humor negro dirigida por Rogelio A. González, basada en el cuento de Arthur Machen “El misterio de Islington”.

La película contó, aparte del protagónico, con la participación de actores como: Rosenda Monteros, Amparo Rivelles y la entonces poco conocida, Angelines Fernández, la bruja del 71 en El Chavo del 8 de Roberto Gómez Bolaños.

Pablo Morales (Arturo de Córdoba) es un taxidermista esencialmente optimista, ama a los niños, añora tener hijos y un hogar luminoso, pero enfrenta el fanatismo y la amargura de Gloria (Amparo Rivelles), su hermosa mujer, que vive amargada, obsesionada, fanatizada y acomplejada por un defecto en la rodilla. Ambos viven en una casa tenebrosa y obscura, en un ambiente lúgubre y ominoso, magnificado por el carácter de Gloria y sus amistades, que agobian a Pablo y acaban por convertir la vida de ambos en un verdadero infierno.

Debido al trabajo de Pablo, a Gloria le da asco la carne y no tolera ver a su esposo comerla, por lo que es notable la escena donde Pablo le pide a escondidas a la sirvienta (Rosenda Monteros) un trozo de carne «de este grueso», señalando con los dedos índice y pulgar el grosor del filete.

Gloria tampoco permite que Pablo tenga acceso a su intimidad y, pese a que el cuerpo de esta lo vuelve loco, la negativa nunca se hace esperar. Hay una escena donde Pablo elogia la belleza de Gloria y la firmeza de su cuerpo, más sus avances son detenidos cuando Gloria le indica a Pablo «lávate las manos y ponte alcohol», como señal del asco que le da la profesión de él.

Gloria se distingue por aparentar frente a la sociedad una piedad y una caridad religiosa que la hace ser muy apreciada entre sus amistades devotas y pías, así como frente al siempre antipático y entrometido padre Artemio Familiar (Antonio Bravo). Es en este punto donde la película comienza a escalar fílmicamente, pues da inicio a un duelo de personalidad entre el padre Familiar y Pablo. Este último cuestiona a Gloria y al mismo padre Familiar que su esposa quiera proporcionar más caridad que el resto del grupo, lo que Pablo califica como pecado de soberbia; el padre Familiar, forzado por el peso del argumento, se ve obligado a coincidir con el esposo de Gloria.

Pablo es además hostigado por el matrimonio formado por Clara (Angelines Fernández), la hermana de Gloria, y Elodio (Luis Aragón), el bronco concuño. Esto llega a un extremo cuando Gloria se lastima a sí misma para culpar a Pablo de haberla golpeado.

Las cosas se precipitan cuando Pablo decide matar a su mujer, recordando una conversación que había tenido con sus amigos acerca del crimen perfecto. Él había asegurado que una persona puede cometer el crimen perfecto si después es juzgada y absuelta, evitando así sentir la culpa que de otra manera la pondría en evidencia.

Pablo lleva adelante sus planes y termina con la vida de Gloria, envenenándola, y después de cometer el asesinato, exhibe en un aparador un esqueleto con un defecto en la rodilla que hace sospechar a todos de Pablo como el asesino, por lo que es arrestado y juzgado. Pese a la vigorosa acusación del padre Familiar y del grupo de amigos de Gloria, es absuelto debido a que el registro médico de Gloria mostraba que su deformación no era ósea.

Ya libre, Pablo se confiesa con el padre Familiar, y en secreto de confesión admite haber asesinado a Gloria. Cuando el padre Familiar amenaza con denunciarlo ante las autoridades por el crimen, Pablo le réplica que no puede ser juzgado dos veces por el mismo crimen y, además, lo revelado se había dicho en secreto de confesión. Finalmente, la victoria no duró mucho tiempo, pues Pablo y los amigos de Gloria mueren al tomar por error de la bebida envenenada, como símbolo de que su asesinato no podía quedar impune.

Y como dicen al terminar las cintas del séptimo arte: FIN.

Hasta las siguientes festividades del día de muertos.

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