Eso parece que fue lo que dijeron los neoliberales una vez que tomaron los destinos de este país. Mi reflexión surge después de ver un clip del periodista Hernán Gómez en su canal de YouTube, donde denunciaba que, en una reconocida funeraria de la capital, cuando se acaban los sobres de té ya no te dan más, todo porque ese era el paquete adquirido para el servicio funerario. ¿En qué momento los momentos más dolorosos para una familia se convirtieron en un negocio?
La muerte, en sí, es la experiencia emocional más compleja que una persona transita (sobre todo en una cultura como la nuestra), y si a eso le agregamos que lograr tener un servicio funerario es una tortura, se añade un grado más de estrés a ese momento de duelo que significa despedirse de alguien querido. Creo que, como movimiento político, aún no hemos discutido de forma clara cómo resolver esa otra parte que también nos heredaron los neoliberales: la mercantilización de la muerte.
Si queda alguna duda sobre lo que significa el neoliberalismo, creo que la forma más clara de evaluarlo está en que hasta al final de nuestra vida se lucra con nosotros. Buscar un lugar donde pasar las últimas horas con los tuyos, hacer menos engorroso el trámite que significa dejar de existir y, sobre todo, que tener donde reposar de forma digna puede ser más complicado que convertir el plomo en oro.
Es necesario que, dentro de todos los derechos que busca ampliar un gobierno popular, se tenga también en la mira la certeza de que habrá tranquilidad en esos momentos. Me parece una injusticia que la muerte también se vea como un negocio y haya que pagar sobrecostos por ello.
El bienestar social también debe consistir en que toda persona pueda contar con la garantía que su familia no sufrirá más, por ya no estar. El Estado debe garantizar que eso también sea un derecho y tengamos una preocupación menos como sociedad.
Amerita reflexionar y poder saber una manera de que este objetivo también se cumpla. Ya basta de que ni en esos momentos un café te puedas tomar a gusto.