Desde hace siglos, las mujeres han luchado por sus derechos; hoy, seguimos haciendo lo mismo, y aunque parece que la realidad cambia, a veces resulta igual. El patriarcado tiene todavía para dar y repartir, por eso las mujeres hemos tenido que judicializar el derecho a la participación política en igualdad de condiciones, que no ha sido fácil. Hoy todavía se cuestiona si una mujer puede llegar a ser Presidenta de la República.
Las cuotas o cupos constituyeron un principio para generar o equiparar las condiciones desiguales de grupos marginados de los cargos en la política formal, como ha sido el caso de las mujeres al acceso y la representación popular. Este principio de justicia solo se puede entender como una acción para equiparar las condiciones de trato, lo que generó ampliar la participación política y aumentar los porcentajes de la representatividad.
En mayo de 2019 se reformaron y adicionaron los artículos 2, 4, 35, 41, 52, 53, 56, 94 y 115 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, para impulsar la Reforma Constitucional sobre la Paridad de Género en todos los órganos del Estado, que se traduce en que las mujeres puedan ser votadas en condiciones de paridad para todos los cargos y observar el principio de paridad en los Congresos locales, federal, Cámara de Senador@s y municipios. Y todos los partidos políticos deberán cumplir con ella.
La ausencia de mujeres de la representación legítima a la que tenemos derecho se nos escamotea con argumentos que tienen como trasfondo la descalificación y la generación de desconfianza sistemática e indiferencia hacia nuestra capacidad y posibilidades de hacer un buen trabajo o ganar una elección. Estos prejuicios están basados en un estereotipo que busca mantener el estatus quo de que la política —espacio predominantemente masculino— exige capacidades y experiencia que —se da por descontado— las mujeres no poseemos. Por ello, el principio de paridad de género establecido en la Constitución busca responder a la ausencia de un marco normativo integral y constituye una medida emergente, ante la resistencia y prejuicios sobre la capacidad de las mujeres.
Sin embargo, a pesar de estos avances, hoy se cuestiona si una mujer pudiera ser Presidenta de México. Por supuesto que podría serlo, porque las mujeres hemos demostrado capacidad y liderazgo. Cuando se habla de esa posibilidad, siempre salen a relucir prácticas machistas que cuestionan si una mujer pueda gobernar este país. Siempre se alude a ser una subordinada a liderazgos y criterios masculinos. Este imaginario sigue estando presente para descalificarnos, sí, a cualquiera que esté interesada en encabezar ese cargo se hablará de ella como la canción de Gloria Martín denominada Mujer si te han crecido las ideas, de ti, van a decir cositas muy feas, que no eres buena, que cualquier cosa, que cuando callas te ves mucho más hermosa…
De un hombre no se cuestiona su capacidad y mucho menos se considera que él sea un subordinado a ningún otro hombre; incluso, se habla de su autonomía y liderazgo, de su forma propia de hacer política, de desmarcarse de sus antecesores e incluso haberse ganado ese lugar por su personalidad.
Heidi Hartmann en su libro Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva entre marxismo y feminismo, dice: “es mejor un matrimonio más saludable o el divorcio.” Y así ha pasado en la relación entre la democracia y la paridad. Y es que las y los políticos no sensibles «al género», consideran que las cuotas, la paridad y las mujeres son una amenaza a la democracia. Lo cierto es que la democracia liberal se olvidó de incluir a las mujeres, que somos la mitad de la población.
Si consideramos que los valores de justicia social e igualdad de género están íntimamente vinculados, es porque queremos organizar y reorganizar la vida social en todas las dimensiones en las que vivimos la experiencia de ser humanas y humanos.
Queremos recuperar y radicalizar los aspectos más progresistas de la democracia liberal —libertad, igualdad, autodeterminación y autonomía—, además de una redefinición del bien común. Dice Fraser que “la base estructural de la subordinación de las mujeres en la sociedad capitalista es la división entre la producción económica y la reproducción social”, por ello, debe revisarse la relación entre estas dos, si no, no será posible la emancipación de las mujeres.
Para Chantal Mouffe la democracia radical[1] significa crear una nueva cultura política y nuevos marcos de entendimiento que articulen estrategias para un proyecto de transformación social, que supere todas las formas de explotación, dominación y discriminación social y global. El neoliberalismo, los militarismos y fundamentalismos, nos excluyen, violan y deshumanizan, individual y conjuntamente, por ello, no puede haber democracia si no se reconoce la paridad en el marco de igualdad de resultados.
Requerimos una profundización de la cultura de género para que las mujeres sean vistas como candidatas a cualquier cargo, incluida la Presidencia de la República. Debemos ampliar los márgenes de una nueva cultura política que nos incluya como sujetas de derecho. Hoy se muestra que arrastramos pies de plomo, que los “techos de cristal” siguen presentes y los «pisos pegajosos» son una realidad.
Para garantizar que se modifiquen los significados y valores de la política, tenemos que generar una cultura de igualdad real y sustancial. Estamos obligadas a desafiar el orden de género que, desde los medios de comunicación, políticos y «líderes de opinión», nos quieren imponer desde su lógica patriarcal que muestra a las mujeres como incapaces y sin liderazgo propio. Nos mantenemos en nuestra aspiración a transformar las condiciones materiales, simbólicas, culturales, sociales y políticas, porque la paridad será dispareja mientras se siga considerando que las mujeres no tenemos las capacidades para ser y estar en la política.
Bibliografía
Fraser, Nancy (1997): Iustitia Interrupta. Reflexiones críticas desde una posición «postsocialista». Universidad de Los Andes. Perú
Hartman, Heidi (1983): El infeliz matrimonio entre marxismo y feminismo. Capital and class. NY
[1] Chantal Mouffe: Feminismo, ciudadanía y política democrática radical. Debate feminista