Sonó el despertador a las siete de la mañana de un domingo de verano. «¡Rayos! Tengo que lavar el patio», pensó Martha todavía medio dormida. Mal humorada, saltó de la cama, se puso ropa cómoda, unas chanclas y se encaminó a llenar su cubeta.
En la habitación de al lado también sonó el despertador, pero el pensamiento fue distinto. Juan, el hermano menor de Martha, tenía la gran final del torneo de futbol de Cuemanco. «¿Sí me habrá lavado mi uniforme mamá? Cristiano Ronaldo siempre luce impecable», se dijo a sí mismo mientras se dirigía a bañarse.
A Martha también le gustaba el futbol desde pequeña. Su padre y su hermano pasaban todo el día frente al televisor mientras ella y su mamá limpiaban la casa o preparando la comida. De reojo, siempre estaba atenta a los partidos, se emocionaba con los goles y sufría en silencio las derrotas de su equipo. Papá y Juan eran americanistas. Ella, quién sabe por qué, le iba al Cruz Azul.
Después del desayuno, Juan apresuró a su papá: «¡Ya vámonos! Vamos a llegar tarde», dijo preocupado. Se levantaron y se dirigieron a la puerta. Martha comenzó a limpiar la mesa —ellos nunca levantaban lo que ensuciaban. «Ahorita vengo, voy al mercado. Ahí te encargo los trastes», le dijo su madre quitándose el delantal.
Sola en casa, se tumbó un rato sobre el sillón. Odiaba tener tan ocupados los fines de semana y agradecía tener un momento de paz. Agarró su teléfono, no era el más nuevo pero servía para entrar al feis. Baboseando un rato ahí, se clavó en un video que alguien compartió: se trataba de Marta, la estrella de futbol de Brasil, que en ese momento disputaba el mundial.
El video era una entrevista después de que habían eliminado a Brasil del torneo. Marta lloraba, pero no por la derrota, por algo más. Ella explicaba lo difícil que es triunfar en la vida y en el balompié —más para ellas. Hay que luchar, sufrir, entrenar más. No siempre estará ella, ni otras jugadoras. «El futbol femenil depende de ustedes para sobrevivir», exclamó la jugadora que durante toda la Copa jugó con unos botines sin publicidad para reclamar igualdad salarial.
Justo cuando acabó el video, su mamá entró a la casa: «¿Ya lavaste los trastes?», le preguntó. Ella negó con la cabeza. Se levantó y dijo: «mamá, quiero jugar futbol». La madre la miró extrañada y en ese momento Juan y su papá entraron por la puerta: «¡Ganamos! Qué juego. Estoy muerto ¿Qué vamos a comer?», pronunció el pequeño mientras llenaba de tierra el piso de la sala. «Marta, cariño, ¿puedes traer una escoba y limpiar?», exclamó el padre interrumpiendo la confesión de aquella próxima estrella.
Hugo Garciamarín. Politólogo por la UNAM
y la Universidad de Salamanca. Analista político
y profesor en la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales de la UNAM.
Twitter: @hgarciamarin