Para este 2025, hago votos para que este país siente las bases de seguridad y justicia que destierren las décadas de impunidad y decadencia dejadas por los regímenes neoliberales, y para que podamos alcanzar la paz tan deseada por millones de mexicanos, que nos arrebataron tantos episodios obscuros de la historia mexicana, como la mal afamada “guerra contra el narco”.
El expresidente Andrés Manuel lo vislumbró claridosamente en su sexenio: “no se puede apagar el fuego con más fuego”, y por ello planteó, mediante los programas sociales, un esquema para abatir de raíz los problemas que genera la delincuencia, adentrándose en las zonas habitacionales criminógenas (entendiéndose como los lugares donde se generan los delincuentes y no donde se cometen los delitos). Esta estrategia titánica la encumbró con programas en varias zonas metropolitanas, ejecutados por Sedatu, para que en esas llamadas zonas criminógenas se hiciera justicia social y se habilitaran zonas de recreación, deportivas, sociales y de esparcimiento, además de la remodelación de escuelas y plazas públicas, siendo la cereza en el pastel el mejoramiento de miles de viviendas.
Lo anterior, para que funcione, requiere ser complementado con una gran reforma al Poder Judicial Federal, cuestión que fue votada por el Pueblo mexicano en la elección de junio de 2024, donde más de 30 millones de mexicanos no solo ratificaron el proyecto de la Cuarta Transformación, sino que votaron por el llamado plan “C”, el cual es un paquete de reformas que incluye la reforma judicial, elevada a rango constitucional el septiembre pasado.
A pesar de que la reforma judicial ha sido aprobada y de que el INE ya se está preparando para que el próximo junio de este 2025 se lleven a cabo las históricas elecciones judiciales, hay todavía jueces, magistrados y ministros que siguen impartiendo justicia sin un rasgo de humanismo e incluso contraviniendo pilares fundamentales de nuestro sistema legal, como la presunción de inocencia, que no es más que el derecho que tenemos todas y todos los mexicanos de ser inocentes hasta que se nos compruebe lo contrario.
Estos juzgadores, que siguen en activo, de igual forma quieren romper el derecho fundamental de la inmediación, que en el Sistema Penal y Laboral mexicano actual es un principio por el cual los justiciables (es decir, aquellas personas que van a un juicio) tienen la garantía de que habrá un juez de manera presencial en todo momento del juicio. La mayoría de estos juicios son trascendentes, pues se decide sobre la libertad de una persona o sobre si los trabajadores pueden recibir o o no sus salarios, lo que a veces resulta en pagos millonarios. Sin embargo, estos juzgadores pretenden adoptar “acuerditos” que ellos mismos generan, basándose todavía en la pandemia, para llevar a cabo sus audiencias de manera electrónica, sin justificar por qué rompen con el ya explicado principio de “inmediación “, que se encuentra establecido en nuestra constitución. En palabras coloquiales, a los jueces les da una suerte de flojera combinada con miedo al Pueblo y prefieren estar atrás de una computadora que viendo a los ojos a la persona que le van a cambiar de por vida la vida.
Por esta última razón, era tan necesaria la reforma judicial, ya que si el Pueblo avanza y tiene bienestar, por qué no tener una justicia humanista, que ha sido tan anhelada por las y los mexicanos. Ya no podemos tener juzgadores que no los toca ni el sol, que no están acostumbrados a sentir y vivir los pesares del Pueblo, que no son capaces de ponerse en los zapatos de un campesino, pescador, indígena, afrodescendiente o que no tengan la capacidad de juzgar con perspectiva de género o atendiendo a las necesidades de la población LGBTQ+. Pero, ¿cómo lo van a hacer?, si ellos desde que salieron de la carrera de abogados se dedicaron a estar atrás de un escritorio, “haciendo carrera judicial”, sin saber que para ser un buen juzgador no se requiere solamente estudiar muchos libros de juristas internacionales, ni saberse de memoria los artículos y la jurisprudencia, sino que también tienen que comprender al Pueblo, sus necesidades y motivaciones, para poder impartir justicia a una sociedad que ríe, llora y vive y no solamente tomar en cuenta las letras de textos empotrados en sus libreros de caoba. Dicho sea de paso, no todas las juzgadoras y juzgadores de este país son iguales, hay muchas honrosas excepciones, que por cierto deben ser ratificados mediante elección en sus puestos, pero los que no comprenden que este país ya cambió, que se vayan a sus casas a estudiar sus jurisprudencias rancias y anacrónicas, para no decir pasadas de tiempo.
Continuará…