Indudablemente vivimos tiempos inéditos derivados del cambio democrático que más de 30 millones demandamos en las urnas; no ha habido ámbito de la vida pública que no haya sido puesto a una valoración sobre si su funcionamiento se apega a los principios derivados del cambio de régimen, sobre todo el despilfarro del dinero asignado y las artimañas que permitieron que se hiciera de la corrupción la moneda de cambio para que las cosas funcionaran en una aparente normalidad. Y ese tipo de valoración ha llegado hasta una de las esferas más reaccionarias y elitistas de nuestro país: la academia científica.
Una de las grandes conquistas que lograron los neoliberales fue autonombrarse como la gente más pro científica y supuestamente tener valoraciones muy precisas sobre cada una de las políticas públicas implementadas; con esto se logró impulsar la narrativa de que los supuestos técnicos y científicos son personas ajenas a los procesos políticos, donde todo lo hacían de forma imparcial y apegada a una metodología, así como que sus decisiones eran tomadas de acuerdo con un algoritmo sin tener influencia alguna de los poderes fácticos.
Sin embargo, ese tipo de nociones solo son creíbles para quienes ideológicamente se identifican con el neoliberalismo; por lo que insistir que la ciencia es una masa pura y sin intereses creados es como insistir en que todo lo regula una mano invisible. Así, en la última semana ha surgido una nueva polémica al respecto del manejo de cantidades millonarias que un grupo de académicos del CONACyT usó durante los sexenios de Calderón y Peña para algo conocido como el Foro Consultivo Científico y Tecnológico.
Desde los medios convencionales, la cargada fue la acostumbrada sobre lo que derivó de esta querella legal, la cual se manejó como una persecución contra 31 destacados científicos y, por supuesto, sobre lo mucho que la 4T desprecia a la ciencia y el conocimiento… Del otro lado no faltó una serie de personas de izquierda que también se sintieron como parte de los denunciados. Esto explica un tanto la forma como la vida académica durante el neoliberalismo nos inculcó que si la gente de esa esfera es acusada desde el ámbito gubernamental, es porque existe algo más de fondo.
Algunos argumentaron que era un exceso poner al nivel del Chapo a treintaiún académicos; otros mencionaban la venganza del Fiscal General por poner en duda que se le haya dado el nivel III del Sistema Nacional de Investigadores (yo tampoco comparto su asignación, pero no veo conexión entre ese reclamo legítimo y que Gertz se ponga a perseguir gente); otros más inventaron la historia de una vieja disputa entre la actual directora del CONACyT y la presidenta del Foro Consultivo… Total que, con algunos argumentos más sólidos que otros, se vio una muralla de contención a favor de los académicos sin intentar querer rascar en más capas de lo que esta denuncia significa.
La existencia de un mal uso de recursos (aunque no faltó el listo que salió a decir que estaba en la ley) por parte de un connotado grupo de académicos exhibe la manera en que hasta en la ciencia se contaminó de la corrupción imperante en nuestro país. También es claro que mientras el sistema judicial no sufra una transformación sustancial, cualquier denuncia que de ahí salga será tomada como un asunto más personal que como una forma de acabar con la impunidad y, por otra parte, nos mostró que la gente con un grado académico puede ser bastante reaccionaria a los procesos de cambio sociales.
Por supuesto que no debe haber revanchas personales y que mucha gente honorable puede quedar a merced por una de estas disputas, pero amurallarse y rechazar cualquier denuncia anteponiendo a la ciencia como escudo, tampoco es un signo alentador ante el cambio de régimen que vivimos. Me parece que este momento, de una disputa entre las viejas formas de hacer ciencia y las que se buscan hacer desde la 4T, merece un poco más de disposición por gente que ha sido afortunada para poder transitar en la vida académica y científica.
Así que es un buen momento para hacer una mayor reflexión, ampliar la discusión sobre este tipo de disputas y encaminar a la ciencia hacia donde sea un eje del bienestar comunitario y no la caja chica para hacer fructíferos negocios.