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La guerra sin sentido: Estados Unidos de América

El conflicto de aranceles entre México y Estados Unidos ha sido una pieza clave en la estrategia política y económica del presidente Donald Trump. A lo largo de su anterior mandato, amenazó en repetidas ocasiones con imponer aranceles a productos mexicanos, utilizando el comercio como una herramienta de presión para obtener concesiones en temas como la migración y la seguridad fronteriza.

La imposición de aranceles del 25% por parte de Estados Unidos a las importaciones provenientes de México y Canadá marca un punto de inflexión en las relaciones comerciales de América del Norte. Esta medida, implementada por el presidente Donald Trump, rompe con décadas de colaboración y libre comercio entre las naciones de la región, es una clara violación al derecho internacional, firmado en el T-MEC.

Trump argumentó que “los aranceles eran necesarios para presionar a México en temas de migración”, pero en realidad, estas medidas castigan a las industrias de ambos lados de la frontera. La imposición de tarifas sobre productos mexicanos habría generado un aumento en los precios para los consumidores estadounidenses, especialmente en sectores como el automotriz, agrícola y manufacturero, que dependen en gran medida de la producción mexicana.

El comercio entre México y EE.UU. no es un juego de suma cero. Ambos países dependen mutuamente: México es el principal socio comercial de Estados Unidos, y millones de empleos en ambos lados de la frontera dependen de una relación comercial estable. Si Trump insiste en imponer aranceles, las empresas estadounidenses que dependen de insumos mexicanos tendrán costos más altos, lo que reducirá su competitividad a nivel global. Por otro lado, México también sufriría una desaceleración económica, afectando la inversión, la estabilidad financiera y desempleos.

Además, la incertidumbre generada por estas amenazas podría hacer que empresas busquen otros mercados más predecibles, debilitando la relación comercial que tanto esfuerzo ha costado construir. Sus medidas no solo afectarían a México, sino que también golpearían fuertemente a la economía de su propio país. La presión de empresarios y legisladores republicanos que representan sectores afectados, como la agricultura y la industria automotriz, hará que tarde o temprano Trump tenga que dar marcha atrás.

El costo político de esta estrategia también es alto. México ha demostrado ser un socio confiable en temas comerciales y de seguridad.

La guerra comercial con México no es una solución inteligente ni efectiva. Trump ha utilizado los aranceles como una herramienta política, pero el costo económico es demasiado alto para ambos países. Si realmente quiere fortalecer la economía de Estados Unidos, deberá dejar de lado estas amenazas y trabajar en una relación comercial basada en la cooperación y el crecimiento mutuo. De lo contrario, no solo México sufrirá las consecuencias, sino también los trabajadores y consumidores estadounidenses.

Este domingo conoceremos el desenlace de esta historia, con el anuncio de nuestra Presidenta Claudia Sheinbaum en el zócalo, acompañada y respaldada con miles de personas en la explanada.

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