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La independencia de México y EE.UU.

En este sexenio, ha tenido sentido —a mi consideración— celebrar la independencia de nuestro país y, sobre todo, en su 114 aniversario, pues la política nacionalista del Presidente López Obrador hizo que Estados Unidos respete nuestra soberanía. Sin embargo, no siempre fue así.

Durante la época neoliberal, los gobiernos priistas y panistas nos estaban entregando, nuevamente, a los intereses de potencias extranjeras, en particular, de Estados Unidos, ya que las políticas privatizadoras nos hicieron dependientes de esa nación hegemónica.

Dicho lo anterior, es fundamental recordar cómo nuestro vecino del norte influyó y, al mismo tiempo, se benefició de la independencia de México.

Comencemos con los progresos logrados en el conocimiento científico y filosófico europeo que comenzaron a partir de los siglos XVI y XVII y que transformaron de forma radical las concepciones del mundo, dando paso al conjunto de ideas económicas, sociales y políticas que hoy conocemos como la Ilustración.

En efecto, la Ilustración fue el movimiento cultural que transformó el pensamiento europeo del siglo XVIII otorgando prioridad a la razón, con el fin de eliminar las instituciones político-religiosas del antiguo orden mundial.

Estas ideas influyeron en la Independencia de las Trece Colonias inglesas y, después, a la Nueva España.

En 1763 finalizó la Guerra de los Siete Años que involucró a la mayoría de las grandes potencias de la época y en la que los dos principales contrincantes fueron Francia y Gran Bretaña.

La principal finalidad del conflicto era establecer la supremacía colonial en todo el mundo. Con la firma del Tratado de París entre Francia, España y Gran Bretaña en 1763, los franceses renunciaron a sus aspiraciones sobre las 13 colonias británicas en Norteamérica.

Pese a haber prevalecido, los británicos quedaron en una situación muy delicada, con un Tesoro prácticamente en quiebra.

Y si fuera poco las colonias británicas no tenían representación en el Parlamento de Londres, por lo que muchos colonos consideraban ilegítimos los impuestos y leyes. «Ningún impuesto sin representación», expresaban.

En 1774, se convocó al Primer Congreso Continental, en Filadelfia, con la anulación de los impuestos, al igual que su derecho a gobernarse a sí mismos.

El 4 de julio, el Tercer Congreso aprobó la Declaración de Independencia, redactado por Thomas Jefferson.

Por cierto, el imperio francés y español apoyaron a los independentistas de las 13 colonias.

Al iniciar su vida independiente- el primero en el continente americano-los Estados Unidos de América comenzó a desarrollar paso a paso su industria y comercio, por lo que obtuvo un gran auge económico que les permitió tener un desarrollo capitalista.

A la par, en 1808, Napoleón Bonaparte sometió a la corona española de Fernando VII, quien debió entregar el poder a su hermano José Bonaparte.

Esta invasión creó en los territorios españoles americanos una crisis, por lo que desde 1809 se venían observando pretensiones anexionistas por parte de la nueva nación independiente: Estados Unidos.

Por ejemplo, Estados Unidos y España firmaron el Tratado Adams-Onís o Compra de Florida, con el cual se dividió los reclamos norteamericanos a lo largo de una línea desde la esquina suroeste de lo que ahora es Luisiana norte y oeste a lo que ahora es Wyoming.

Así, Nueva España cedió Florida a cambio del reconocimiento de la soberanía española sobre Texas, cuyo estado fue rebatado en 1836.

A mi juicio Florida es un punto geoestratégico, dado que tiene acceso del Golfo de México, al mismo tiempo, se puede comerciar con Cuba y Yucatán. En otras palabras, la Nueva España estaba en una posición estratégica, dado que servía como puente entre el norte y el sur de América.

En 1810 inició la lucha por la independencia de México y, después, culminó en 1821, la cual le benefició, como veremos en el siglo XIX, a Estados Unidos, pues pudo fortalecer sus proyectos hegemónicos en la región.

De forma inmediata, Estados Unidos reconoció la independencia de México en 1823. Aunque los mexicanos tuvimos que enfrentarnos a diversos retos, en especial, el deseo estadounidense de expandirse.

Por ejemplo, en 1848, México perdió el 51 por ciento de su territorio durante la guerra mexicano-estadounidense.

Recordemos que Henry Kissinger afirmó que Estados Unidos tuvo la suerte en Latinoamérica de no haber padecido la competencia por el equilibrio del poder como sucedió entre las potencias europeas.

Es más: el Presidente estadounidense, James Monroe, hizo en 1823 patente la posición con respecto a los países del centro y sur del continente en lo que se conoce como la Doctrina Monroe, la cual es una advertencia para las potencias europeas dadas sus nuevas incursiones en América como lo hicieron los franceses en 1838.

Lo demás es historia…

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