¿Habrá alguna resurrección que no sea insólita? Un año después de cerrar sus puertas en la colonia Roma de la Ciudad de México, el mítico Multiforo Alicia reabre desde un nuevo espacio en la populosa y tradicional colonia Santa María la Ribera. Por 27 años, este recinto para conciertos de rock, que también dio cabida a las más diversas conferencias, talleres y presentaciones, subsistió contra viento y marea, sin necesidad de apoyos oficiales e incluso sorteando la incomprensión de las autoridades desde tiempos del PRI.
Para quienes crecimos cobijados por este espacio cultural independiente, su reapertura solo puede ser motivo de celebración y gozo. Quienes crecimos escuchando todas las formas que adquiere la música contestaria y rebelde con o sin causa, espacios como el Alicia fueron un oasis en medio la estigmatización que siempre caerá sobre los jóvenes cuando se niegan al conformismo y la apatía como opciones para asegurar el llano éxito individual.
Quienes apostamos por cambios radicales en las estructuras injustas que perviven en nuestra sociedad, no podemos olvidar las palabras del gran Carlos Monsiváis, cuando advertía que “La apuesta por la transformación política encuentra su mayor aliado en el campo de lo cultural. Si no se da la batalla cultural, se puede perder la batalla política». Y ese es el umbral que el Foro Alicia sigue ocupando en el presente: una opción popular y autogestiva para que nuevas generaciones tengan acceso a todas las expresiones de la contracultura, aquella que fluye a contracorriente de los dictados del orden hegemónico, ya sea en la música, las artes gráficas, la literatura, el performance o cualquier expresión de la imaginación.
Espacios independientes como el Foro Alicia vienen a reafirmar en el presente, la apuesta por la cultura como alternativa civilizatoria frente a la violencia estructural que se sigue ejerciendo contra los jóvenes cuando se pretende despojar de los espacios para socializar, como son la escuela pública y gratuita a la que tienen derecho.
Porque la cultura en un sentido amplio, no son los productos de moda sujetos a las leyes del mercado, ni una forma refinada para discriminar a quienes no accedieron a cierto capital simbólico, sino el derecho inalienable de ejercer la capacidad creadora que todos los seres humanos poseemos. Ser parte del universo creador, contradice a los herederos del neoliberalismo que quieren excluir a los chavos de todo sueño colectivo.
La cultura es esa red de sentidos que nos sostiene en tiempos de zozobra, significa los vínculos que nos dan pertenencia en contextos que promueven el desarraigo y fomenta la manera de reconocernos como iguales entre individuos que comparten anhelos y horizontes de emancipación.
Ha sido una vieja demanda de quienes subsisten por sus propios medios, sin becas ni subsidios para ejercer sus actividades de promoción de la cultura; el que los espacios públicos abandonados que existen en todas las ciudades sean aprovechados por las propias comunidades para actividades donde se refuerza el tejido social y se ofrece a sus integrantes espacios para expresarse y encontrarse con quienes comparte gustos e inquietudes.
Esa demanda comienza a dar sus frutos en la Ciudad de México, con la reapertura del Foro Alicia, bajo la nueva Ley de Espacio Culturales Independientes aprobada en 2020 y reformada en 2023 por el Congreso local. Porque la cultura es responsabilidad de todos, la verdadera democracia se ejerce cuando se restituyen derechos a las propias comunidades, y se abandona las pretensiones de tutela y paternalismo sobre los ciudadanos.
Si la libertad se ejerce y no se mendiga, quitemos todas las trabas a la cultura, promoviendo que sean los propios actores comunitarios quienes ejerzan su derecho a organizarse y a decidir en común cuales son las necesidades tanto materiales como artísticas e intelectuales a las que deben tener acceso. Una verdadera cultura comunitaria abierta a todos e instituida para beneficio de la colectividad. Como lo ha logrado el Alicia que resurge para darnos una bocanada de esperanza, los espacios públicos de las ciudades —que están en abandono o subutilizados— deben ser para las más diversas comunidades culturales; arte por todos y para todos.