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La maldición del drama legislativo

El poder legislativo, que si no es una copia de la Arena México es un circo, ha sido históricamente el que menos ha representado a los mexicanos. Son contados los diputados o senadores que regresan a sus distritos, o mínimo a sus estados, fuera de los tiempos electorales para preguntarle a la gente qué necesita.

Nos hemos burlado cuando se quedan dormidos, cuando nos enteramos de algún escándalo o cuando se escapan porque los agarraron en alguna tranza. Pero de eso a saber qué hacen en el cargo por el que fueron electos, sabemos muy poco.

Indudablemente, con la llegada de la politización en México —logro del Presidente López Obrador—, todo personaje vinculado a la política se ha convertido en sujeto de crítica. Y lógicamente, eso incomoda a muchos legisladores. Pasar de vivir del erario sin que se les exijan cuentas a reclamarles por que simplemente no nos salen los números, no ha de ser nada sencillo.

Por ejemplo, desde que se dijo que quienes votaran en contra de la Reforma Eléctrica serían exhibidos en la mañanera, una ola de legisladores se indignó porque podrían ser estigmatizados, ¿acaso el Pueblo no tiene derecho a saber?

Habría que decirles a estos legisladores, porque como son “tan cercanos al Pueblo” no lo saben, que con esta ola de politización la gente nos pide que les hagamos saber el sentido de los votos, la asistencia de sus representantes y sus iniciativas. Y ahí es a donde voy.

Han pasado varios años sin que hagamos una profunda observación de lo que han cambiado los diputados o senadores en las leyes para hacerlas vigentes. Entre 500 diputados y 120 senadores que han pasado año con año, se presentaron cientos de iniciativas para celebrar ceremonias solemnes o inscribir en letras de oro el nombre de algún personaje histórico. Y así se nos acaban las legislaturas.

El Senado, que actualmente se ha convertido en un circo, alberga al menos a 5 legisladoras que hablan mucho y hacen poco. Sus declaraciones resultan polémicas, y mediáticas, pero ¿y sus iniciativas? Dejando a un lado las iniciativas que les piden sus amigos los empresarios a los que deben favores, la respuesta es simple: no tienen y tampoco les interesa tenerlas porque no representan a los electores. Representan intereses corporativos que quieren seguir manipulando las leyes a su favor.

Por un momento parecería que estamos condenados a ver más dramas legislativos y menos iniciativas, pero como siempre lo he de repetir: “solo el Pueblo es capaz de salvar al Pueblo”; es decir, entre más cuestionemos y acostumbremos a nuestros legisladores a una permanente exigencia de cuentas y evaluación legislativa, menos posibilidades habrá de tener políticos payaso que propongan inscripciones en letras de oro, que entreguen cetros o detectores de mentiras que, a estas alturas, deberían empezar por usar ellos mismos.

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