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La narrativa histórica es política

Recientemente, VOX, el partido de derecha profascista español, le solicitó a México homenajear a Hernán Cortés y también “adecentar” la tumba donde descansan sus restos. Añadieron también un señalamiento sobre la conmemoración de los 500 años de la Conquista, pues les parecía que esta fecha estaba pasando muy desapercibida.

La solicitud de un partido político extranjero carece de cualquier estatus diplomático y podría haber pasado desapercibida, pero cobró relevancia mediática por enmarcarse tanto en las polémicas por la memoria histórica que han ocurrido en nuestro país, como en la reciente visita de representantes de ese partido al Senado mexicano y, sobre todo, por la radicalización que ha demostrado la derecha mexicana frente a todos estos acontecimientos.

Un sector del PAN y grupos sociales hispanófilos recalcitrantes respaldan las ideas colonialistas que enarbolan partidos como VOX, quienes sin tapujos descubren sus nociones sobre la religiosidad como fuente de “civilización” de las comunidades originarias, justificando en ello hechos atroces de la conquista. La simpatía por Estados de corte confesional con las ideas que les descubren recientemente en sus convicciones más firmes, están basadas en rasgos que, en el presente, pierden cada vez más vigencia.

El discurso reivindicativo de la identidad y cultura indígenas, al rememorar los hechos de la Conquista, ha formado parte de las conmemoraciones oficiales mexicanas y ello se considera una afrenta para las derechas colonialistas, racistas y que en el presente siguen justificando hechos atroces, pero (a diferencia de las del siglo XVI) están basadas primordialmente en un colonialismo de tipo comercial. No es casual que las empresas españolas generadoras de energía que fueron favorecidas en los regímenes neoliberales sean respaldadas, en discursos y hechos, por la derecha mexicana.

A Felipe Calderón se le vio recientemente en un evento del Partido Popular (PP) de la derecha española, reivindicando su pasado hispánico, la religiosidad católica y juzgando a la narrativa histórica del gobierno de la Cuarta Transformación por “polarizar”. Sus declaraciones, aplaudidas por quienes desde la Península siguen actuando en el marco de los regímenes coloniales, son más que nunca una declaración política desde la Historia.

Por eso, la reciente reivindicación de la unión latinoamericana —en el marco de las conmemoraciones de los bicentenarios de la independencia en la región— y, en el caso mexicano, de rememoración de los hechos de la conquista resultan tan poderosas en términos diplomáticos y geopolíticos. No sólo le hacen frente con dignidad a la hegemonía estadounidense, sino también a las interpretaciones que buscan reivindicar el saqueo y la explotación de los pueblos originarios en el pasado, y con ello justificar que sigan ocurriendo expoliaciones desde las transnacionales en el presente.

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