La nueva embestida de Donald Trump en contra de México se ha topado con una postura firme de la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo. Tal como sucedió durante el gobierno de Presidente Andrés Manuel López Obrador, estamos viendo como a los amagos de intervencionismo comercial o militar, son respondidos por el rechazo casi unánime (ya que a lo largo de la historia siempre hay un sector conservador y entreguista) de todas las fuerzas políticas y sectores sociales. Sin embargo, quien no tiene ninguna duda de cerrar filas para la defensa de los intereses de México, es el Pueblo organizado, que mayoritariamente asume y siente la necesidad de ponerse del lado digno de la Patria.
Ya sea por el trato denigrante que se le está dando a nuestros paisanos en aquel país, o por la caricaturización y estigmatización que se hace de la figura de los mexicanos como delincuentes o narcotraficantes, el sentimiento de agravio colectivo es un patrimonio común de quienes estamos orgullosos de ser parte de este pueblo honesto y trabajador. Porque más allá de los cálculos de las elites políticas norteamericanas sobre lo que supuestamente pueden ganar de esta guerra comercial que han declarado al mundo, en México volvemos a reafirmar nuestro rechazo a cualquier proyecto de dominación y somos conscientes de la amenaza latente de la ideología imperialista de nuestros vecinos.
El proyecto de imponer la hegemonía de los Estados Unidos, expandiendo su visión en todo el continente americano es tan viejo como la historia de aquella nación. Su ideología proviene de los “valores calvinistas” que suponían una predestinación a expandirse como un pueblo elegido, tal cual lo establecía su «destino manifiesto». Esta idea religiosa es el fundamento de la Doctrina Monroe que se impuso durante el siglo XIX para considerar a todo el continente como su área exclusiva de influencia; contraponiendo el colonialismo norteamericano también a las pretensiones de las potencias europeas.
La incipiente independencia de las repúblicas americanas —comenzando por México en 1821— dimensionó y neutralizó el ánimo expansionista que movía a las elites de aquella nación, que habían desatado un proceso de control territorial por medio del despojo a los pueblos originarios, y a través de la compra de extensiones de tierra a las viejas potencias como hicieron con Luisana y Alaska; o que armaba y organizaba facciones separatistas como sucedió en Texas; y cuyo gobierno norteamericano tampoco dudo en entrar en guerra contra México para expandirse hacia el Pacífico.
De manera amarga, los mexicanos aprendimos que la confrontación política interna nos hizo vulnerables, y, que las élites conservadoras no dudaron en ceder el territorio nacional a cambio de salvaguardar sus privilegios o ser tratados con condescendencia por sus nuevos amos en el convulso siglo XIX.
Son traidores aquellos como los que hoy celebran posibles afectaciones a la economía mexicana o claman por una intervención bajo el pretexto de combatir una delincuencia trasnacional que ellos mismos cobijaron y promovieron durante el neoliberalismo, paradójicamente, como opción para quienes no eran obligados a migrar por la pobreza.
Empero, el Pueblo es sabio, porque tiene memoria de los agravios recibidos por generaciones enteras que hemos presenciado la prepotencia de gobiernos que se creen dueños del destino del mundo. Como constancia de ese rechazo popular queda la célebre litografía de Carl Nebel, quien retrató las principales batallas de la intervención norteamericana en México, y en su cuadro sobre la entrada de los invasores frente a Palacio Nacional, hoy día se aprecia como los más humildes de los integrantes del pueblo hicieron llover piedras sobre las tropas extranjeras.
La Patria es primero. Pero se está actuando con inteligencia, sabiduría, serenidad y conciencia colectiva. La unidad nacional la refundó Andrés Manuel López Obrador y ahora la profundiza nuestra Presidenta Claudia Sheinbaum; porque desde 2018 se reedifica un Estado de Bienestar con perspectiva de derechos sociales universales, basado en la soberanía alimentaria, la economía social, el combate firme a la corrupción, la recuperación de nuestros recursos como el petróleo y la electricidad. Por ello los intervencionistas y los conservadores que les hagan el juego se van a topar con pared: en México el Pueblo organizado es gobierno.