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La paz no llega con la justicia

Hay cerca de 1000 restos óseos, que podrían pertenecer a las más de las 30 mujeres asesinadas a lo largo de una treintena de años (lo que equivale a una mujer asesinada por año desde 1990 hasta la fecha) por la misma persona, por el mismo hombre que año tras año, al amparo de la impunidad, seguía cometiendo sus delitos sin que nadie le pusiera un alto.

El asesino es un hombre común y corriente, parte del grupo vecinal de su calle, personaje activo en la política de su comunidad… un señor de la tercera edad, hombre conocido en el barrio como tranquilo y amable, e incluso descrito como una buena persona por quienes lo conocían. Este mismo señor, quien durante 30 años manejó un bajo perfil, resultó ser el artífice de más de 30 asesinatos de mujeres.

Esto no es más que la muestra clara del entorno en el que vivimos, de nuestra sociedad apática; esa sociedad que tacha de locas, agresivas e irracionales a todas las mujeres que marchan, que exigen, que pelean por la equidad y justicia en nuestro país; esa sociedad que minimiza las desapariciones, que juzga a la víctima, que —en complicidad con las autoridades— permanece estática e indiferente ante las miles y miles de desapariciones de mujeres en nuestro país. 

Este caso, que parece sacado de la ficción, nos estalla en la cara para mostrarnos la realidad, la podredumbre en la que estamos inmersos. Es solo un ejemplo de cientos similares, aún impunes, sin descubrir y sin investigar en nuestro México.

En muchos aspectos, las autoridades —además de la sociedad— son cómplices de esta situación que ahora se revela. Se trata de autoridades indiferentes, indolentes, cínicas y poco profesionales que ven a las mujeres desaparecidas como un número más… Estas autoridades, desde hace décadas, han sido insensibles al sufrimiento familiar y han carecido de ética e interés en la realización de su trabajo… Estas autoridades son con las que los familiares tienen que lidiar, además de la dolorosa desaparición de su familiar, y muchas veces son un obstáculo más en la búsqueda del ser querido.

Lamentablemente la justicia que se pueda ejercer será mínima, e insuficiente, en comparación con los crimines acontecidos. Nada nunca bastará para hacer pagar a este hombre por todos los asesinatos que cometió. No habrá tiempo, ni castigo significativo para hacer pagar todo el daño que este ser aberrante hizo durante más de 30 años a más de 30 mujeres y a sus familias.

Esto no va a cambiar hasta que todos nosotros seamos más responsables en nuestro entorno social y nos preguntemos de quién estamos rodeados, hasta que no prestemos atención a lo que ocurre en nuestro círculo cercano… Estos individuos surgen de nuestros núcleos sociales y somos nosotros —como personas empáticas— quienes podemos cambiar esto y detectarlos a tiempo. ¿Qué habría pasado si las autoridades desde 1990 hubieran investigado las primeras desapariciones? ¿Qué habría pasado si se hubieran denunciado los primeros actos extraños de ese hombre?
Seamos comunidad, cuidémonos y cuidemos a quienes nos rodea… Ser apático e indiferente a lo que sucede a tu alrededor solo deriva en casos como este.

La paz no llega con la justicia.

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