Mucho se ha hablado en los últimos meses sobre el desabasto de medicamentos, de los niños con cáncer que no reciben sus terapias y de la falta de insumos en los hospitales.
El desabasto no es nuevo para el sistema de salud, es un problema que hemos vivido durante décadas pero que apenas se volvió relevante. El problema ahora es más visible pues apenas se han regulado las compras de medicamentos, situación que dejó inconformes a más de uno.
La salud en México se había convertido en un negocio para tan sólo 10 compañías farmacéuticas. Dichas empresas no buscaban el bienestar de los mexicanos sino enriquecerse vendiendo sus medicamentos mediante prácticas de corrupción que imperaban al amparo del poder público.
La misma Ley de Adquisiciones, Arrendamientos y Servicios del Sector Público obligaba al Estado Mexicano a comprarle a empresas nacionales, sin importar sus precios elevadísimos o la opacidad de sus contratos que ascendían a más de $70 mil millones de pesos. Sin embargo, ese dinero nunca se vio reflejado en los insumos de los hospitales públicos.
Hoy, con una reforma a la ley, ya es posible adquirir medicamentos en el extranjero.
La farmacéutica Bayer no se hizo esperar y ya presentó su demanda de amparo ante esta reforma en un tribunal de justicia administrativa. A pesar de esto las gestiones continúan.
Hasta hoy, el Gobierno de la 4T ha conseguido 1,514 millones de medicamentos y 1,110 millones de piezas de material de curación. Además, con apoyo de la ONU se logró adquirir 132 claves de medicamentos oncológicos por un total de $11,795 millones de pesos y un volumen de 6,929,197 piezas farmacológicas: mitoxantrona, ciclofosfamida, epirubicina, idarubicina, metotrexato, doxorrubicina y vincristina.
No sólo la falta de medicamentos afectó la salud de los mexicanos, también lo hizo la inexistente salud preventiva, la desregulación de alimentos procesados y comida chatarra.
La corrupción que enfermó al país durante décadas nos sigue llenando las salas de urgencias de los hospitales; pacientes con complicaciones crónicas de diabetes, obesidad, hipertensión, enfermedades renales que, en la mayoría de los casos, desafortunadamente su desenlace es fatal.
Estamos hablando de vidas humanas, de familias y dolor humano. La salud era una mercancía en México y muchas veces el personal de salud de los hospitales públicos tenía que hacer milagros con lo poco que les entregaban para la atención de sus pacientes.
La situación de los niños con cáncer es lamentable, una enfermedad que de por sí es devastadora, lo es aún más si se presenta en niños. Claro que es importante y claro que nadie en su sano juicio quisiera que los niños interrumpan su tratamiento como lo han manejado diversos medios de comunicación corporativos. Parece que ya se les olvidó que en cierto estado de la República se les inyectó agua destilada en vez de darles quimioterapia.
El camino todavía es largo pero los resultados se empiezan a vislumbrar. Se seguirán adquiriendo más insumos y, por lo pronto, ya hay un calendario de distribución de los medicamentos recién comprados. Queda ahora que sean distribuidos de manera correcta a los hospitales de todo el país y que en los hospitales no ocurra el robo hormiga que muchas veces termina por afectar la atención brindada a los pacientes.