En política, la comunicación lo es todo. Desde las palabras que usas, cómo las expresas y el momento en el que las comunicas. Bajo esta premisa, muchos políticos han preferido concentrarse en sus discursos, aunque en sus acciones digan todo lo contrario, sin entender que el fondo es forma, y que un gran discurso sin fondo, destruye.
Hemos visto un sinfín de políticos desfilar diciendo que son perseguidos políticos de la administración en turno, sin contemplar que el problema es que sus argumentos no tienen sustento.
Para ser un perseguido político, se deben cumplir dos requisitos básicos, y el primero de ellos —quizás el más importante— es que deban representar una amenaza para la administración en turno. Si hablamos de un perseguido político, en tiempos del Presidente López Obrador, tendríamos que partir por encontrar a alguien que cuente con más de 30 millones de simpatizantes para representar, mínimo, una competencia u oposición sólida a esta administración. Hasta el momento, ni en coalición hemos visto estos números.
El segundo requisito para considerarse un perseguido político es abanderar una causa justa que haga tambalear a la administración en turno. ¿Cuál es la causa justa que defienden Ricardo Anaya, Felipe Calderón, Francisco Javier García Cabeza de Vaca, Juan Collado, Rosario Robles, Luis Videgaray, Vicente Fox y cualquier otro que se haya tildado de perseguido político en estos tiempos? ¡Ninguna! Al contrario, se cuelgan de las causas feministas, de algunos padres de niños con cáncer, de los micro y pequeños empresarios, de la tragedia de la línea 12 y de la inseguridad —que dicho sea de paso, ellos mismos detonaron—.
La única causa, y nada justa, que promueven los que se dicen perseguidos políticos es devolver los privilegios a quienes se les retiraron y olvidar así a las mayorías, que curiosamente vendían como minorías, que hoy son más visibilizadas y por las que esta administración trabaja.
El concepto “perseguido político” se ha convertido en una gran estrategia de comunicación política para levantar proyectos de forma desesperada, a través de las redes sociales. Se olvida que las estrategias digitales hacen ruido, y cuando hay trabajo de campo, lo amplifican, pero nada más.
Para entender quiénes están detrás de estás líneas de estrategia política digital sin fundamento, contacté a un operador de estrategias digitales que ha trabajado para el PAN. A quién, por cierto, le deben dinero desde 2019.
Desde el 2018 la agencia Estrategia en Línea de Alonso Cedeño, entre muchas otras, generaba las estrategias de guerra sucia para Ricardo Anaya. En este war room también participaba Jorge Castañeda y recurrieron a consultores sudamericanos con experiencia en campañas negras contra Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela para posicionar la comparativa entre México y Venezuela. Una campaña que años antes habrían comenzado los Krauze con la operación Berlín y que hoy por hoy siguen usando, sin contemplar que nuestra constitución nos impide llegar a escenarios como el de Venezuela.
Cedeño, es uno de los ideólogos del porqué llamar “López” al Presidente López Obrador, ha tenido roles estratégicos en las campañas de Xóchitl Gálvez como candidata y alcaldesa de la Miguel Hidalgo; de Juan Manuel Carreras, actual gobernador de San Luis Potosí; de Mancera como candidato y posterior jefe de gobierno de la CDMX; de Carlos Joaquín, actual gobernador de Quintana Roo, y de Alejandro Giammattei, presidente de Guatemala. Actualmente trabaja con Yani Rosenthal, banquero y actual candidato a la presidencia de Honduras, quien estuvo encarcelado en Nueva York por lavado de dinero y con quién habría empezado a trabajar para limpiar su imagen saliendo preso.
¿De qué sirvieron las campañas para promover a Xóchitl Gálvez en la Miguel Hidalgo, cuando hoy no la pueden ver ni en pintura en la alcaldía? ¿De qué sirve generar estrategias para Ricardo Anaya en contra del Presidente López Obrador, cuando su problema es con la justicia desde la administración pasada? Exacto, de nada.
Hoy por hoy, no podemos concebir una estrategia digital sin realidades palpables en el campo y en los antecedentes del político, porque justo las benditas redes sociales sirven para incidir en la opinión pública, pero también para exhibir las mentiras detrás de sus estrategias.
Los estrategas digitales olvidan que la gente siempre se va a quedar con los hechos que les generaron emoción y van a olvidar los discursos vacíos que propagan en la red. Por eso, quienes se dicen perseguidos políticos en esta administración, sin tener ni si quiera el respaldo popular o una causa justa que abanderar, terminan amplificando sus fracasos y por ende no les queda otra salida, más que emprender la huida.