“…palabras, están llenas de ecos, de memorias, de asociaciones. Han estado ahí, rondando en los labios de las personas, en sus casas, en calles, en sus campos, por tantos siglos”.
Virginia Woolf
Filias y fobias aparte, las conferencias matutinas del Presidente son el ejercicio de comunicación política más importante de la historia contemporánea de nuestro país y una referencia a nivel mundial. En punto de las siete de la mañana, entre semana, el Presidente dirige un mensaje al pueblo de México. Ahí, publica su agenda; sella compromisos; gira instrucciones; rinde cuentas; da respuesta a la coyuntura. Es su mecanismo principal de comunicación y un elemento clave en su gobierno. Su mensaje es transmitido, retransmitido, analizado, editado y difundido en los medios tradicionales, pero es a través de las “benditas redes sociales” que el mensaje se disemina a lo largo y ancho del territorio nacional y con ello se ha vuelto parte de la cotidianidad mexicana.
Estratega minucioso, el Presidente, sabe mirar la tela a través de sus hilos . Así, en las mañanas no solo presenta un mensaje como unidad completa, sino como palabras que se articulan. Las palabras importan, llevan consigo una carga de significados, de emociones construidas a través del tiempo. Se transmiten de generación en generación, de comunidad a comunidad: a través de ellas expresamos lo que interpretamos del mundo.
El Presidente lo sabe y además conoce a su pueblo, ha caminado la República, quizás, como nadie lo ha hecho en la historia; esto le ha permitido introducir un lenguaje propio, enhebrar una comunicación minuciosa pero natural, pertinente y verosímil. Las palabras del Presidente importan, entre otras razones, porque vinculan a los jóvenes con los adultos mayores (“me canso ganso”), a la ciudad con el campo ( “frijol con gorgojo”), a nuestros tiempos con ideales añejos (‘fifí”). Con ello dota al pueblo de un marco de referencia común, tiende un puente construido por palabras, porque las palabras –ya lo decía Woolf– habitan en la mente y no en el diccionario.
Inspirado en ello, me propuse la tarea villana de tomar el escarpelo y la regla, y analizar el mensaje del Presidente a través de métodos de Estadística. Sin embargo, y en eso quiero ser contundente, no lo hice con el afán de causar el estrabismo común de quien centra la vista en el dato y olvida el fenómeno. Me lo propuse con la llana intención de observar la tela a través de la urdimbre, el todo por las partes, profundizar en el detalle.
En ese sentido, dedicaré entregas posteriores a las palabras del Presidente, a aquellas que destaquen por su frecuencia, por sus asociaciones, unicidad o importancia relativa. Hablaremos de su palabra más repetida: “vamos”, el sello del Presidente; y de cómo se diferencia el contexto en el que la usa del contexto en el que usa otras palabras como “va” y “estamos”, que también son constantes en su discurso. Hablaremos sobre a qué se refiere cuando habla de corrupción, y qué compromisos sella con un “me canso ganso”.
Como aclaré en un principio, no tengo como propósito ahondar en la métrica, el numerito impuesto a la palabra, sino utilizarla como provocación para poder reflexionar en las palabras del Presidente, en lo que pronuncia para México cada mañana, porque a través de las conferencias matutinas el Presidente comunica, pero también gobierna.
Gerardo Orantes Jordan. Chiapaneco. Actuario y Matemático del ITAM. Estudiante de la Maestría en Análisis de Datos Sociales en Essex. Director de Ciencia de Datos en Gerencia del Poder.
@gorantesj.