El neoliberalismo es un proyecto político, social, intelectual, académico y jurídico. Es el programa de gobierno más aceptado en el mundo desde la segunda mitad del siglo XX. Fue implementado cuando el modelo keynesiano —que hablaba de un papel importante del Estado para garantizar bienestar a la gente— entró en crisis.
Margaret Thatcher, primera ministra de Reino Unido, defendió esta política bajo el slogan “There is no alternative” (TINA), que se traduce como “No hay alternativa. Por ello, desde las universidades y los medios de comunicación se promovió esta nueva forma de ver al mundo como única, sin contrapeso, innovadora, responsable, con un alto valor técnico, soslayando sus daños colaterales, como el aumento de desigualdad y la pobreza.
México no fue la excepción. Con la llegada del presidente Miguel de la Madrid en 1982, comienza a estructurarse la transición hacia TINA y para su éxito había que convencer a los afectados, cooptar a una clase política dirigente y acabar con toda forma de organización popular, incluido el pensamiento crítico.
Aprovechándose del corporativismo, la falta de una oposición estructurada, programas de gobierno discrecionales y la ausencia de alternancia política, el neoliberalismo entra en escena a través de una serie de reformas a la constitución, la creación de instituciones y la disolución de conquistas laborales. Su implementación estuvo a cargo de políticos tecnócratas, teniendo como prioridad las libertades del mercado por encima del resto.
Hasta la llegada del Presidente López Obrador en 2018 todos los órdenes de gobierno eran promotores de este modelo que generaba onerosos salarios, burocracias doradas, estatus social, todo a través de un pacto de silencio concesionado por élites hacia sus emisarios. Por ello este sexenio ha tenido confrontación con viejas estructuras de poder, que no están dispuestos a perder privilegios.
Antes de culminar su mandato constitucional, en el marco del proceso electoral 2024, AMLO librará la última batalla para aligerar la responsabilidad histórica de Claudia Sheinbaum de continuar con el proyecto transformador, por medio del paquete de reformas anunciado en el aniversario de la constitución de 1917.
Solamente un Presidente con esos niveles de aceptación, de honestidad probada, con un estilo propio que permite generar identidad por medio de la comunicación, con una trayectoria de más de 50 años denunciando el mal uso del poder, puede afrontar tal correlación de fuerzas y salir ileso. El momento es el preciso para retomar las agendas pendientes.
Es aventurado pensar que las 20 iniciativas constituyen la alternativa a un modelo casi hegemónico. Ningún mandatario ha encontrado las recetas para el desarrollo. Pero sin lugar a dudas, poner al debate público temas tan urgentes e impostergables como la salud, salarios dignos, viviendas y apoyos sociales, es un acierto para todos, especialmente para las generaciones que sufren ansiedad por un futuro cada vez más incierto.
La oposición está en un dilema: renovarse o morir. Aceptar los temas de la agenda marcada por el Presidente, con los matices naturales que implica, o abanderar las demandas del mercado y defender los privilegios de las élites. Proyecto popular o proyecto neoliberal. Sin cortapisas ¿de qué lado están?