“El Estado opresor es un macho violador”, nos queda claro. El “Estado” es territorio, población, gobierno y cultura. La población y por ende la cultura refleja la insensibilidad en los tres órdenes de gobierno producto del dominio, la fuerza y la violencia implícita o explícita que la gente recibió de la educación basada en roles diferenciados binarios en las familias de México. Así se ven la mayoría de las y los agentes del ministerio público, burócratas, profesorado, medios de comunicación masiva y por supuesto, feligreses.
La historia es cíclica. En México el feminismo ha retomado un auge sin precedentes desde las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado porque desde esa época hasta la década de los 20 del siglo presente –a pesar de las transiciones en el poder, las reformas en materia de igualdad y la erradicación de la violencia contra las mujeres– es un hecho que, a diario, diez mexicanas no van a llegar a sus casas únicamente porque nacieron mujeres.
El fin de semana del 7, 8 y 9 de marzo del 2020, las mujeres tiñeron de violeta a las calles y avenidas de todo el país. Las motiva los feminicidios de quienes ya murieron o podrían morir; el padecimiento de una cultura patriarcal machista, opresora; el hartazgo de la paridad insuficiente (porque no basta con nacer mujer para ser empática con las víctimas). Se necesita trabajar muy fuerte para lograr una transformación cultural profunda que supere el liderazgo violento y autoritario del pasado para fundar la República amorosa que enorgullezca a las generaciones actuales.
La esencia de los tres días de esfuerzos: 7 de marzo, con la #CadenaFeministaMX; el 8 de marzo, con la marcha del #8M y #elnueveningunasemueve, unifican el trabajo intelectual, la sororidad y la estrategia de movimientos orgánicos provocados por mujeres diversas. El color de los pañuelos azules o verdes quedó al margen del color violeta dando paso al abanderamiento de las causas que representan el desarrollo y las necesidades de la nueva generación de mexicanas autónomas: al menos, horarios homologados de guarderías y escuelas con los centros de trabajo; a jornadas iguales, salarios iguales; no más acoso callejero ni violencias pasivoagresivas en las familias, los trabajos, las calles ni las redes sociales o medios de comunicación tradicionales; y un largo etcétera.
Quien ignore esta agenda pendiente del grupo conformado por la mitad más uno de la población tiene poco qué ofrecer en el ámbito político de cara al 2021 y es momento de que las mujeres se lo crean y lo asuman en serio como lo han trabajado desde hace años quienes han logrado el reconocimiento a la dignidad y apertura de espacios reservados por tradición a hombres, pues lo que las manifestantes quieren decir cuando toman el espacio público para expresar sus ideas es que la democracia representativa y los mecanismos directos les están fallando. Frente a esta situación, el contexto actual permite una transformación desde todos los frentes, por tanto, los cambios no deberían tardar.
Lizbeth Gutiérrez Obeso. Maestra en Derecho Constitucional y Gobernabilidad por la UANL y secretaria de la Mujer en el Partido Verde Sonora donde construye una 4T sustantiva. Twitter: @lapoliverde