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Lo que sucede en EE. UU.

La expectativa de lo que suceda en Estados Unidos no debe tenernos sin cuidado. México y Estados Unidos son socios comerciales de gran envergadura. La dependencia se ha tornado importante con la promesa del nearshoring o relocalización de diversas empresas trasnacionales a México. Asimismo, nuestra vecindad geográfica y estratégica es imprescindible para la Unión Americana.

Donald Trump se ha colocado como el personaje favorito para ganar los comicios estadounidenses de noviembre próximo, según diversas encuestas publicadas recientemente; sobre todo después de dos recientes acontecimientos: la decisión del actual presidente Joe Biden de abandonar la contienda por la reelección y el trágico incidente en Pennsylvania que catapultó a Trump como favorito.

Son muchos factores los que pueden colocar a Trump en la Casa Blanca, pero, de igual forma, la aparición de la actual vicepresidenta Kamala Harris en el tablero puede generar condiciones en redireccionar cierto tipo de votantes a la hora de la verdad.

El bipartidismo estadounidense es sumamente fuerte. En la actualidad, prácticamente ningún político o personaje antiestablishment lograría una nominación si no es realizada dentro de los dos grandes partidos que conducen la política del país norteamericano. Donald Trump es parte del sentimiento antiestablishment que hemos hablado anteriormente, cuando menos de modo discursivo y parte de su éxito se debe a la conquista del Partido Republicano.

La incorrección política con la que se maneja Donald Trump agrada a muchas personas, sobre todo a las más desfavorecidas por un sistema que tiende a crear desigualdades para subsistir. No obstante, también le favoreció al senador por Vermont, Bernie Sanders, quien posicionó en la mente de muchos jóvenes votantes la palabra socialismo democrático, y que lo colocaron como un gran jugador en la contienda electoral de 2016. Sin embargo, a sus 82 años ha optado por mantenerse aliado de los demócratas. Es decir, tuvo que aliarse a uno de los partidos dominantes para figurar en la conquista del poder político.

Aunado a lo anterior, es también importante considerar que el discurso de Trump se ha corrido de manera muy fuerte hacia el espectro derechista y que prevalece el léxico antinmigrante: la xenofobia, el racismo y la discriminación a ciertos sectores de la población americana.

La relación que tuvo Trump cuando fue presidente en funciones con Andrés Manuel López Obrador tomó por sorpresa a muchos, pues las declaraciones del empresario dejaron entrever un buen entendimiento a nivel personal con AMLO, lo cual es de importancia en materia política, en el contexto de una relación bilateral muchas veces ensombrecida por la necesidad de coexistencia geográfica. Me refiero a que México, geoestratégicamente hablando, se convierte en un socio natural a los intereses de Estados Unidos, sin embargo, las reservas siempre las ha colocado el país potencia del norte.

Tal vez AMLO supo entender a Trump y se lograron acuerdos que no permitieron que el “radicalismo” discursivo se tornara rn una realidad que muchas familias mexicanas padecerían. La realidad es que, durante los periodos de gobierno demócrata, la cuestión migratoria entre México y Estados Unidos no tiene sus mejores momentos. Por ejemplo, de 2013 a 2022 la cifra asciende a 2 millones de repatriados, ambos en periodos de gobierno demócrata y republicano, siendo la cifra anual más alta durante el periodo de Barack Obama, es decir en 2013, con más de 300 mil deportados.

Sin embargo, la economía estadounidense necesita de los inmigrantes para mantener la presión de sus salarios domésticos, así como la existencia de ese ejército industrial de reserva cuyas cifras se encuentran en millones de personas para mantener la presión salarial a flote y equilibrada. Esa es, curiosamente, una bandera de Trump. Sin embargo, sería muy arriesgada si logra materializarse.

Por tanto, las condiciones con las que Trump arriba a esta contienda electoral le son favorables por el momento, sacando a flote la xenofobia en un país de migrantes, vinculando al credo religioso y el color de piel la razón sustantiva del odio “blanco”, justificando la decadencia moral de una sociedad americana necesitada de mejores condiciones de vida.

Habrá que ver cómo se desempeña la cohesión del partido demócrata ante la reciente dimisión del actual mandatario Joe Biden y si esa cohesión le sirve a Kamala Harris para posicionarse en las encuestas; es decir, en la percepción, en lo que resta del tiempo de aquí a noviembre para lograr frenar al trumpismo, que se ha vuelto más fuerte en estos últimos días.

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