Pluma Patriótica

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Lo urgente y lo importante

Cuando algo es «urgente» hay que atenderlo de inmediato, porque no puede esperar. Cuando algo es «importante», si es necesario, puede esperar para ser atendido. Solo ten cuidado, porque si esperas demasiado puede cambiar su condición a «urgente» y tendrán que cambiar tus prioridades.

Si conceptualizamos, politizamos mal. Y si analizamos mal, diagnosticamos mal. Y es lo que ocurre cuando se pierde de vista el México de la desigualdad.

Los partidos conservadores dicen tener la respuesta a los problemas de México, como si no fueran los responsables de la crisis nacional. Los panistas alegan que el país requiere más “competitividad”; los priistas alegan sin vergüenza que se necesita “fortalecer el estado de derecho”; y los del partido naranja dicen sin empacho -más bien, como borrachos- que México necesita “más tecnología de vanguardia”. Y, al mismo tiempo, algunas fuerzas de izquierda -atomizadas- ridiculizan los esfuerzos ajenos, en lugar de buscar coincidencias.

La izquierda indefinida —aquella que no toma una postura frente al Estado ni tiene un programa político sólido— es clasificada en tres categorías, de acuerdo con Gustavo Bueno:

  • Izquierda divagante: carece de coherencia estratégica y divaga.
  • Izquierda extravagante: se concentra en gestos simbólicos o llamativos.
  • Izquierda fundamentalista: es excluyente e inflexible en sus principios.

Estas categorías engloban luchas, movimientos, colectivos y organizaciones bien intencionados, aunque sin organización política. Luchas populares, agrarias, antirracistas, antisegregacionistas y contra toda forma de discriminación; feministas, LGBTTTIQ+, afromexicanas, pueblos originarios, discapacidad, contra el trabajo infantil y contra el ecocidio; las que buscan familiares desaparecidos y justicia por sus familiares lesionados o asesinados; todas y cada una de ellas -y las que me falten- tienen razón. Todas importan y todas tienen un lugar en el proyecto de nación de la Cuarta Transformación, pues el objetivo superior de nuestra labor política es la felicidad de los demás. Todas las luchas, a pesar de sus enormes diferencias, comparten un denominador común: el derecho a existir en libertad.

Sin embargo, los conservadores buscan ridiculizar esas luchas para dividir a las fuerzas progresistas, utilizando el racismo, el clasismo y el oportunismo político para desarticular a las fuerzas de izquierda, mientras utiliza versiones superficialmente inclusivas, como el “feminismo blanco”, el “arcoíris publicitario” o la fingida integración del folclor mexicano en sus campañas políticas chafísimas. Su objetivo es dividir a la clase trabajadora y evitar que se una en defensa de sus intereses.

Las fuerzas de la llamada “izquierda indefinida”, a pesar de no tener un programa político, toman partido en coyunturas políticas y electorales y se adhieren a los programas políticos de la izquierda. Por eso la gran mayoría de la banda feminista, LGBTTTIQ+ o de los pueblos originarios está del lado de la 4T.

Por su parte, aunque las luchas de la izquierda indefinida abordan problemas reales, no atienden los problemas más urgentes de México, que afectan a la mayoría de la sociedad, en formas más agresivas.

Los problemas más urgentes de México no son la competitividad, ni el Estado, ni la política fiscal, ni la contaminación. Basta caminar tantito para saber que los problemas más urgentes son la pobreza, la violencia, los bajos ingresos, la corrupción y la impunidad. El problema es que a un chingo de familias no les alcanza el dinero para llevar el pan a la casa. El problema es que la juventud llena sus carencias con armas y trabajos violentos. El problema es que la gente que trabaja honradamente es víctima de esos trabajos violentos. Ésos son los problemas que nadie debe perder de vista. Y ningún programa socialista, ninguna agenda ecologista y ninguna consigna antirracista tienen la capacidad de resolver esos problemas fundamentales en la vida cotidiana de México, por bien intencionados que sean.

Cuando Andrés Manuel López Obrador vislumbró el problema de que el dinero que debía destinarse a las mayorías necesitadas terminaba en los bolsillos de parásitos amantes de lo ajeno, lo explicó hasta el cansancio, durante mucho tiempo, en un lenguaje muy sencillo, y muchísima gente se adhirió a su proyecto político. El éxito de su comunicación política era que “entendía lo que urgía para mucha gente y les hizo propuestas para resolverlo.”

En esta etapa de construcción del segundo piso de la 4T, la lucha en México ha avanzado sustancialmente en un proyecto de nación que se opone al neoliberalismo, al colonialismo, al entreguismo de recursos nacionales y al intervencionismo extranjero, y que, más que oponerse, consolida la soberanía nacional -con énfasis en el rubro energético-, reduce la corrupción, la pobreza y la violencia que azotan a nuestro país, cambiando significativamente las condiciones de vida de millones de personas. Es un gran momento para voltear a ver todas las luchas sociales y buscar coordinación política con ellas para incorporar sus propuestas en la agenda, sin desatender los problemas más urgentes.

Ya lo dijo excepcionalmente Quino, a través de Mafalda: lo urgente no deja tiempo para lo importante. Hoy, al atender lo urgente, podemos empezar a atender lo importante: estar con la familia, procurar el bienestar, escuchar las risas, oler la tierra, ver el cielo, la luna y las estrellas. Es tiempo de volver a tenerles como prioridad. Es urgente la felicidad.

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