Se trata de un hombre, desde mi perspectiva, con más virtudes que defectos en el ámbito político; aquel que con su labor —bastante ardua— provocó que en este país existiera una democracia real, pese a las adversidades de la época. Pero, que como él mismo señala: es una lucha no de una persona sino de bastantes personas, colectivos y organizaciones que provocaron una insurrección civil pacífica cuyo desenlace es lo que nos permite salir a votar con libertad. Esa persona es el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas.
Este 2024, el Ingeniero cumplió 90 años y, dentro del homenaje realizado en días pasados en el Colegio de San Ildefonso, pude confirmar lo que, en una valoración personal, significó la lucha política de una persona en la búsqueda de democracia y justicia social para el Pueblo mexicano, misma lucha que continua vigente.
El Cardenismo, dice el ingeniero, no existe; sin embargo, puede definirse en la práctica política de los Cárdenas. Por un lado, la praxis del gobierno del General Lázaro Cárdenas, padre del “Inge”, donde se nutrió al Estado mexicano de la comprensión de la Revolución Mexicana, cristalizando en muchos aspectos su cometido social: distribución de la tierra, educación universal, solidaridad internacional, reafirmación de la soberanía nacional, por mencionar algunos aspectos.
Por el otro lado, está la de Cuauhtémoc: intransigencia democrática, pluralización de la vida pública, respuesta civil pacífica en el México moderno ante el embate autoritario del neoliberalismo, decencia en el planteamiento de las demandas sociales, entendimiento de las necesidades de las juventudes, escucha del pueblo y reivindicación de los mejores valores de la revolución en los albores del nuevo siglo.
Todo esto va aunado a su acercamiento político con las izquierdas mexicanas y extranjeras. ¿Cómo olvidar la intervención del General en la liberación de los presos políticos de Lecumberri? O su solidaridad con la revolución cubana o amistad con Mao; así como como la vinculación del ingeniero con Lula, Evo, con los Pueblos indígenas, el Pueblo yaqui, el EZLN, el movimiento estudiantil del CEU, entre otros.
En consecuencia, el Cardenismo es una forma de hacer y entender la política, basada en principios y convicciones apegadas a las demandas sociales de justicia, libertad y democracia. El cCardenismo existe, así lo entiendo yo.
Me quedo con su mejor enseñanza en aquella tarde-noche en el Colegio de San Ildefonso, o cuando menos es lo que extraje: no hay mejor política que salir a las calles, escuchar y tocar la puerta; así como sostenerse frente y pese a la adversidad que representen los intereses ajenos a los del Pueblo mexicano: la lucha política se realiza con dignidad y convicción, ante todo.
Pese a la continua negación del propio Cuauhtémoc sobre su inevitable “referencia moral” como dirigente de izquierda, es precisamente el hecho de su trayectoria política y su andar por el país lo que enseñó a más de uno a cómo luchar por un México democrático. Eso lo convierte en referencia y su compromiso continuo con los que menos tienen es lo que lo convierte en moral.
Bastante importante y simbólico es el respaldo que Cuauhtémoc Cárdenas da en la continuidad de la Transformación del país, ahora encabezada por Claudia Sheinbaum, pues así lo han dejado patente sus recientes señales, comentarios y acercamientos con la propia candidata, al igual que con Clara Brugada, en la lucha por continuar haciendo de la Ciudad de México un proyecto social de la izquierda gobernante.
Empero, lo más importante, es lo que nos deja en la memoria personal y colectiva la trayectoria de una persona que encabezó la insurrección civil pacífica por allá de 1988 cuando el Frente Democrático Nacional se presentó en las elecciones presidenciales, el reclamo posterior al fraude, afrontar la desaparición de compañeros en esa lucha, la ulterior formación de un partido político, al cual él mismo renunció cuando este ya no representaba los motivos de su fundación. El continuo luchar, pronunciarse, promover la organización, acompañar a quienes tienen reclamos en hacer de este país uno mejor, así como señalar y denunciar las injusticias del opresor sobre el oprimido.
Como él mismo dice, la lucha sigue.
En el marco de sus 90 años, ¡larga vida a Cuauhtémoc!