Ante los embates y amagues de Trump, solo resta recordarle a la oposición: «El que quiera ser águila que vuele, el que quiera ser gusano que se arrastre, pero que no grite cuando lo pisen.»
Nuestro México es tan rico y diverso en cultura, geografía, gastronomía, etcétera; como diverso es en su lenguaje y formas de expresión. Tan es así que resulta difícil -a veces- explicar la diferencia entre ahora y ahorita a aquel que no ha nacido en esta tierra. Por otra parte, los profesionales encargados de la enseñanza del idioma español mexicano han expresado en reiteradas ocasiones que el idioma no solo es complejo por el uso del acento y los distintos usos gramaticales de la c,s,z,x así como su respectiva fonética; sino que la verdadera complejidad de nuestro idioma radica en los distintos significados que se le pueden atribuir a un solo significante.
Los mexicanos tenemos una muy peculiar manera de llamarle a todo aquel que ante la adversidad se disminuye, se acobarda o como se dijera en el barrio se achica. A los pusilánimes, serviles, sumisos y cobardes; les llamamos simple y llanamente: agachones.
Para el Diccionario del Español en México del COLMEX, agachón es aquel: «Que consiente o tolera lo que no debiera consentir ni tolerar; que agacha la cabeza, guarda silencio, se somete o se resigna.» En tanto que, para la Asociación de Academias de la Lengua Española, agachón es: «Referido a persona, pusilánime, sin brío.» Y, por último, y para sorpresa de nadie, la RAE sostiene que agachón en México es una «Ave acuática que abunda en las lagunas próximas a la ciudad de México.»
Para Ferdinand de Saussure, el signo lingüístico es la unidad más pequeña de significado en la comunicación humana. mismo que está compuesto por un significado y un significante. Entonces, el significado es la representación de la parte inmaterial del signo lingüístico, es decir, el concepto o la idea. En tanto que el significante es la representación de la parte material del signo, aquella que aporta la forma y que es reconocible mediante los sentidos. En el caso del lenguaje hablado, se trata de la imagen mental de los sonidos que se necesitan para comunicar el signo.
Es decir, en este caso, «agachón» es nuestro significado (la palabra, el fonema), y nuestro significante vendría siendo la imagen mental que nos viene al leer o escuchar la palabra.
Llevémoslo al terreno de lo práctico, no sé usted, pero en mí el hecho de leer «agachón», provoca que mi mente sea invadida por los rostros de todos aquellos políticos de “oposición” y opinadores “imparciales” que, previo a la exitosa negociación de nuestra presidenta Claudia Sheinbaum Pardo con el mandatario norteamericano, ya se encontraban rindiendo pleitesía al bravucón magnate, mientras que los más desvergonzados la hacían de tape, tendidos en el suelo listos para ser pisoteados.
Ante los embates y amagues de Donald Trump, los cuales no cesarán ya que se trata de la estrategia de un bully, solo resta recordarle a la oposición -o a lo que queda de ella- las palabras de Emiliano Zapata “El Caudillo del Sur”: «El que quiera ser águila que vuele, el que quiera ser gusano que se arrastre, pero que no grite cuando lo pisen.»