El primer dato confirma que, aunque se vivió la primera elección presidencial democrática en décadas, quienes perdieron la contienda electoral no entienden ni respetan la democracia; más aún: la repudian. El segundo dato muestra que su campaña anti-gobierno se lleva de encuentro no solo a éste, sino al país en su conjunto y, sabiéndolo, siguen adelante. El tercero evidencia la molestia de fondo: el combate a la corrupción los despoja de sus privilegios y es el NAIM el máximo exponente de su indefendible proyecto de Texcoco.
Conscientes de que si ganaba quien ocupa la silla presidencial, conformaría un proyecto a largo plazo que buscaría demoler los intereses creados, intentaron blindar con peritajes y dictámenes internacionales a modo y una campaña mediática sin precedentes al que se concibió como «el negocio» del tricolor sexenio precedente.
El enfrentamiento de visiones de país mediáticas no dio ganador. Unos adujeron defender modernidad: sería un aeropuerto ‒no la pobreza y desigualdad‒ lo que mediría el desarrollo de México. Otros argumentaron evitar despilfarro, en parte debido al oneroso mantenimiento por el hundimiento continuo al construirse sobre el lago de Texcoco. De un lado, se defendió su principal negocio ‒el inmobiliario‒ repartido entre cinco poderosos grupos de políticos y empresarios. Del otro, se procuró ahorro para la siempre despojada mayoría. ¿Qué opinaba ese sector por siempre ignorado del que nunca se quiso escuchar su voz?
Ningún reclamo consiguió tan largo alcance de penetración mediática como el del frustrado NAIM, cancelado por el “fastidioso” cambio vigente, hasta que llegó una información de la Auditoria Superior de la Federación (ASF) que emitió el fallo que les otorgaba a ellos razón: resultó más oneroso cerrar la construcción del nuevo aeropuerto que continuarlo. La decisión de no terminarlo costó al país 300 mil millones de pesos.
La información “oficial” de la ASF fue una fiesta. Un coro sospechoso ‒salvo valiosas excepciones‒ repitió las mismas líneas que exhibió que la alineación en su mensaje es un encargo bien remunerado. Pese a que se aprovechó el factor sorpresa para permear la intencionalidad política de dañar, el festejo fue breve. Se sabría en las siguientes horas que el auditor David Colmenares no hizo bien las cuentas y que la cifra fue manipulada. Para cuando se conoció del error de la ASF –de la que no se descarta cuente con auditores del viejo sistema‒, la maquinaria mediática del pasado ya había difundido y replicado en todos sus espacios el dato equivocado como verdadero. El auditor dio marcha atrás a la versión original: el NAIM no salía más barato de haberse continuado que cancelarlo de manera definitiva.
La ventaja del continuamente agraviado gobierno es que una conferencia matutina diaria otorga la capacidad de la réplica inmediata. A la oposición ‒que repudia el cambio que acabó con sus prerrogativas‒ la acotaron dos frentes: el micrófono presidencial y la propia auditoría. Cuando los intelectuales del régimen del pasado se apresuraban a convencer que ese proyecto no era costoso ni corrupto, todo se revirtió. La resistencia no ha evaluado que sus ataques no cumplen su objetivo. Quizá debido a la creencia de que México siempre mantendría esa dañina desigualdad, sigue sin entender que, a los ciudadanos con credencial de elector y voluntad propia, lo último que debería ofrecerles como su propuesta es regresar al pasado del que la gente salió huyendo.
El rechazo a la corrupción se mantiene, así como la aprobación a medidas presidenciales que los antecesores jamás formularon: cobrar impuestos a las grandes empresas, despojar del fuero al poder presidencial y, en acuerdos de cooperación bilateral, no perder soberanía frente a Estados Unidos. No hay marcha atrás. Quienes votaron por el cambio harán todo para que los removidos del poder no regresen.
Este cambio, tan drástico como el que se vive, se construye cuesta arriba, con casi todo en contra. Aquellos que mantuvieron el control del país desde la cima, siguen intentando bloquearlo. Pero los electores los rechazan. Los siguen los beneficiarios de abuso y corrupción y un pequeño sector clase mediero manipulable. La exclusión hundió en la pobreza a la mayoría a la que dejaron sin vías de sobrevivencia. Siempre supieron ‒y no importó‒ que de manera irremediable millones de mexicanos tendrían como destino nacer pobres. Hoy, contra eso se gobierna.
Con los números corregidos, resulta que los datos del NAIM son peores de lo que se había informado. Además de tendenciosos, son falsos; y eso es lo que la prensa de la resistencia informó. La Cámara de Diputados se encargará de la investigación, pero este debate del NAIM ‒otra vez traído a escena‒ finalmente perdió.