Es muy común escuchar a alguna persona admirar las condiciones de vida y de trabajo que existen en países europeos o en Estados Unidos, pero nunca entienden que el motivo por el que esos países tienen esas condiciones laborales es porque la riqueza generada por las empresas se distribuye de una manera más equitativa en comparación en cómo se hace en México.
También, suelen ignorar el hecho de que temas como la semana de trabajo de 40 horas, es un hecho en los países que tanto admiran, desde hace años, cuando aquí el gobierno más progresista del siglo XXI apenas prometió establecer la jornada de 40 horas… hasta 2025. Este hecho, que no podemos negar que es un avance, nos muestra una dura realidad. La clase política mexicana no obedece los mismos intereses que la clase trabajadora mexicana. No pertenecemos al mismo grupo ni a la misma clase. Aunque en cierto sentido Morena ha impulsado el bienestar de las y los trabajadores mexicanos, no son el aliado que pensamos que son.
Vemos como el presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, reacciona ante los mensajes en un stream de la gente preguntándole por la aprobación de inmediato de esta reforma que beneficiaría al 45.3% de las personas trabajadoras, diciendo que se va a aprobar “Cuando hagas tu sindicato y luchen por eso”.
Muy alineado, el compañero Noroña a la empresaria y ex (casi) candidata por Movimiento Ciudadano al distrito 22 de Naucalpan de Juárez, Estado de México, que el 26 de abril en la red social Threads dijo:
“Contratar en México hoy es casi un acto de fe. La Ley Federal del Trabajo protege tanto al trabajador, que a veces siento que quien emprende y contrata termina siendo el lado mas vulnerable. Entiendo que en el porfiriato y en la historia se abusaba brutalmente de los trabajadores, pero hoy parece que la ley no evolucionó para el mundo moderno donde los emprendedores apenas sobreviven. En México, contratar no solo es pagar sueldo: cargas IMSS, INFONAVIT, impuestos, prestaciones… y si quieres despedir a alguien que no funcionó debes pagar mínimo 3 meses de salario, aunque no tengas la liquidez”.
Vemos las similitudes entre ambos, unos con su poder, no apoyan las causas de las y los trabajadores y otras con el don del emprendimiento, no buscan soluciones innovadoras y son incapaces de crear modelos de negocios que se adapten a las necesidades y realidades del país para buscar la manera de que sus formas de producir beneficien a quienes generan la riqueza, que son los trabajadores.
Cada semana escuchamos las quejas y llanto de empresarios, políticos y obreros alienados al tocarse temas que potencialmente mejorarían las condiciones laborales de las y los trabajadores mexicanos y que emularían los países sajones que tanto admiran.
Lamentablemente, siempre a quien más escuchan y apoyan es al empresario. Tampoco es útil fingir demencia y tenemos que aceptar que, las cargas burocráticas para el micro y pequeño empresario son durísimas, pero los grandes empresarios llevan meten al mismo costal a quienes generan 1 o 2 empleos y a los que generan cientos o miles y no son lo mismo.
Este es el escenario al que se enfrenta la clase trabajadora, que lamentablemente, se encuentra dividida, atomizada y pulverizada. Las y los trabajadores mexicanos, sufrimos las consecuencias de años de clientelismo, compadrazgo y nepotismo dentro de las estructuras de organización laboral. La simulación y las buenas intenciones son el pan de cada día, pero al final, poco puede hacer el trabajador que tiene que despertarse 3 o 4 horas antes para llegar a su jornada mal pagada para sobrevivir en este país.
El presente es muy desolador y desmotiva y el sistema hace que así sea, para que no luchemos y no nos organicemos. Es momento de entender, de una vez por todas, que nadie vendrá a salvarnos; ni la clase política ni la empresarial cederán su privilegio por buena voluntad. Alcanzar ese futuro que admiramos desde lejos, ese que soñamos para nuestros hijos y que constantemente parece estar fuera de nuestro alcance, depende únicamente de nosotros, las y los trabajadores. De nuestra capacidad de organización, de lucha y de resistencia.
Somos nosotros quienes construimos día con día la riqueza que hoy disfrutan otros, y por tanto, somos también quienes tenemos el poder de cambiar esa realidad. Si aspiramos realmente a vivir en un país más justo y digno, debemos comenzar por asumir la responsabilidad colectiva y dejar de esperar migajas o promesas vacías. El futuro que queremos está ahí, esperando que dejemos de admirarlo desde la distancia y empecemos a construirlo desde abajo, hombro con hombro. La decisión es nuestra, y también la responsabilidad histórica.