Hace unos días, durante la mañanera, el Presidente Andrés Manuel, dio a conocer que en el transcurso de la campaña a la gubernatura de Veracruz, Rocío Nahle, entonces candidata del movimiento de regeneración nacional, y hoy gobernadora electa, fue víctima de una extorsión en la que le exigían 200 millones de pesos, para evitar sacar a la luz información de supuestos actos de corrupción en la refinería de Dos Bocas.
Estos hechos no son los únicos que sucedieron durante tiempos electorales, sin embargo, habla del infinito interés económico que los medios de comunicación corporativos tienen a raíz de lo que mayormente les convenga, no necesariamente a favor de la verdad o de informar al Pueblo.
Y es que el resultado del 2 de junio no fue sorpresivo, se sabía que la Ingeniera Rocío Nahle arrasaría con la elección y de ello no había duda, pues a lo largo del proceso electoral, la diferencia de los puntos con la oposición iba alrededor de 10 a 15, por lo que la única manera de intentar ganar aprobación y popularidad ante el Pueblo veracruzano era con campañas sucias.
En este mismo sentido también se puede resaltar el tipo de estrategia que desarrollaron, por un lado, la Ingeniera recorriendo los 212 municipios, en contacto con Veracruz y su gente y difundiendo propuestas, y del otro, una campaña de aire, saltando de un foro a otro en medios de comunicación que hoy sabemos promovían ataques y acusaciones falsas, pues al encontrarse vinculados con los intereses de las élites económicas, dejaron de ser guardianes imparciales de la verdad para convertirse en instrumentos de manipulación al servicio del capital.
Estos medios, que controlan la mayor parte de la información que consumimos, priorizan el lucro sobre la responsabilidad de informar con objetividad.
Durante los tiempos electorales, es particularmente evidente cómo sus agendas se alinean con candidatos y políticas que perpetúan un status quo favorable a sus intereses o quien les ofrece más dinero, es decir, se venden al mejor postor.
Cualquier movimiento o figura política que desafíe esta estructura de poder, especialmente aquellos provenientes de la izquierda, es sistemáticamente desacreditado y atacado, en especial tomando en cuenta la importancia electoral de Veracruz a nivel nacional.
No es casualidad que los medios corporativos lancen campañas sucias que dañen la imagen de líderes progresistas, mientras amplifican las voces que promueven políticas neoliberales, dándoles mayor foco. Así, la narrativa mediática se convierte en un arma contra la justicia social, preservando un orden económico desigual bajo el disfraz de la «imparcialidad».