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Manual para gobernar una alcaldía

Recientemente, mi amigo Raúl Avilez Allende —un líder social de la alcaldía Coyoacán— publicó su libro titulado “¡Gané! ¿Ahora qué hago? Guía para gobernar una alcaldía” en el que expone —con base en la experiencia—, una serie de recomendaciones y lineamientos que todo gobernante debe conocer, sin obviar aquellas situaciones a las que se enfrentan muchos dirigentes en lo político y sin dejar de lado las cuestiones legales y administrativas.

El libro, disfrutable en su lectura, aborda métodos para planear, organizar, operar y corregir el funcionamiento de una alcaldía o municipio, con reglas y consejos que, si bien están ejemplificados en la Ciudad de México, caerían muy bien también a los municipios tanto del sur hasta el norte del país, por su practicidad y sinceridad.

Pongo especial atención en los capítulos dedicados al combate a la corrupción ya que, lamentablemente, Coyoacán ha sido insignia de lo peor de la degradación política y moral de la Ciudad. Pero como dicen por ahí: cuando más obscura es la noche, más cerca está el amanecer; muestra de ello es este libro que oportunamente nos viene a aleccionar sobre cómo gobernar.

Lo primero que se debe hacer para resolver un problema público es llamarlo por su nombre; durante la época neoliberal, la corrupción no era ni siquiera llamada como tal: las prácticas corruptas, el nepotismo, el tráfico de influencias y el robo no eran más que la regla y lo socialmente aceptable… No extrañaba a ningún vecino que se abrieran calles y banquetas una y otra vez para justificar obras públicas, que se cobrara fuera de la ley al comercio popular o que se brindaran “apoyos” —y no derechos— a la ciudadanía, condicionados por un voto o asistencia a eventos de las alcaldías.

Por esta razón, para enfrentar esta mala práctica, hay que nombrarla y abatirla todas las veces que sea necesario. Raúl, en el capítulo de “Las mil cabezas de la corrupción en tu alcaldía” —a modo de prevención— enumera las trampas y modus operandi que han perfeccionado los gobiernos neoliberales para saquear las arcas públicas en el marco de lo legal y la simulación. Este capítulo prevendrá a futuros gobernantes para evitar esas malas prácticas que se heredaron en el periodo neoliberal.

Más adelante, cuando explica “cómo” cortar las cabezas de la corrupción, enuncia varios administrativos que abarcan todos los niveles, desde la atención a mando operativo, hasta revisiones en los procesos e informes.

El libro tiene un gran contenido práctico sobre la importancia de la gobernabilidad en el territorio y en los mandos al interior de la alcaldía, expone situaciones y posibles conflictos con soluciones a corto y mediano plazo.

Sin embargo, lo que me parece más significativo e importante del texto es el tratamiento y conclusión que da al ejercicio de la política como un acto de honestidad y servicio al  Pueblo. Los últimos años de la época neoliberal hicieron creer al Pueblo de México que la política era una “carrera” de unos cuantos; que requería de “técnica”, corbatas y trajes bien planchados; que los privilegios eran inherentes a la clase política, y —sobre todo— que la tecnocracia era el abandono de los valores que nos hacen humanos, como si fueran un estorbo para tomar decisiones “lógicas y racionales”.

La tecnocracia no precisamente era la actuación lógica y experimentada; la técnica era usada como pretexto de alejar al Pueblo de la toma de decisiones que día a día se enlodaban en corrupción, mientras —en esa proporción— había menos bienestar en el pueblo. Todas estas prácticas eran auspiciadas por los “intelectuales”, la “academia” y la “sociedad civil”, lo que hacía de la política un campo minado de corrupción y gandallismo.

El texto de Raul, sin duda, será una referencia académica, política y administrativa en las futuras generaciones. Personalmente, lo que me da más gusto, es que será un instrumento de aprendizaje para cualquier persona que desee conocer más sobre la gobernabilidad, ya que se agradece el lenguaje y sencilla explicación en temas tan complejos como presupuesto, control de mandos o asuntos jurídicos.

Afortunadamente, en el “Manual para gobernar una alcaldía” se ha escrito el fondo de lo que significa el ejercicio público, que ante todo debe estar la voluntad inquebrantable de hacer el bien y hacer felices a los demás, buscar la propia felicidad a través del bienestar de las personas y que la política no es acto mecánico o inventado para alimentar egos, sino la parte más noble y virtuosa de las personas. Así, se reivindica el noble oficio de la política; como dice Andrés Manuel López Obrador: “solo siendo buenos podemos ser felices”. 

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