Tecnopolítica

Tecnopolítica

En términos sencillos, «tecnopolítica es la capacidad de actores contrapuestos para prever, promulgar [e impulsar] objetivos políticos mediante el apoyo de artefactos técnicos»1; sobre todo técnico-digitales. Es un concepto que tiene ya una larga tradición en estudios de organización, aunque se vuelve cada vez más relevante en la medida en que los alcances de la tecnología digital aumentan.

La discusión ha girado en torno a un impulso centralizador y uno descentralizador. En el primero, las herramientas digitales son utilizadas de arriba a abajo para aumentar la influencia de poderes tradicionales, como el Estado. Esto suele llamarse “gobierno electrónico”. En cambio, en el segundo impulso las herramientas se usan de abajo hacia arriba (o, al menos, de manera pretendidamente horizontal, o “en red”) para supuestamente crear nuevas formas de hacer política, ajenas a la lógica jerárquica tradicional. Algunas llaman a esto tecnopolítica democrática.

En un mundo como el nuestro, enamorado de sus capacidades técnicas, es fácil aprovechar cualquiera de los dos impulsos para dibujar falsos horizontes. En el primer caso se trazan estados técnicamente refinados, capaces de automatizar y/o estandarizar labores tediosas y brindar, quizá por primera vez en la historia, servicios públicos de manera eficaz y, sobre todo, universal. El sueño es una especie de estado cyberpunk capaz de cumplir las promesas pendientes de la era del bienestar.

En el segundo se sueña con un montón de unidades organizacionales que, mediante la mera distribución de conocimientos técnicos y la comunicación nodal, sean capaces de conseguir fines públicos sin necesidad de autoridades centrales, ni de ejercicios de autoridad. Es el sueño anarquista consolidado no por la cosecha de seres humanos auténticamente libres sino por impulsos tecnológicos cuidadosamente diseñados.

Una nota común en ambas perspectivas es el aprovechamiento del desencanto generalizado por la política para centrar la atención de la gente en los medios tecnológicos. Son, en este sentido, esfuerzos antipolíticos que, lejos de carecer de agenda, aprovechan el desánimo común para impulsar sus intereses conservadores o pro statu quo bajo el velo del avance tecnológico.

Lo fundamental es, entonces, levantar el velo y tener las discusiones que no se quieren tener: ¿Qué clase de mundo pueden construir estas tecnologías? ¿Cómo y por qué el pueblo debería apoyar el advenimiento de estos mundos cibernéticos? ¿Hay alternativas?

Para mí, la tecnopolítica deberá ser una herramienta teórica que ayude a poner la técnica al servicio de la patria. Para ello, tendremos que meternos en esta agenda e impedir que siga su curso actual, que parece dirigirse a un mundo de inteligencia artificial y capacidades de automatización monopolizadas por unos cuantos. Esta monopolización podría desplazar sin piedad a las clases populares, que ya ni siquiera podrían intercambiar competitivamente su fuerza de trabajo por los medios mínimos de subsistencia. Una tecnopolítica construida sobre la hegemonía neoliberal sería la más larga noche de la historia humana.

1 Gagliardone. A Country in Order: Technopolitics, Nation Building, and the Development of ICT in Ethiopia.

Mercurio Cadena. Abogado administrativista especializado en administración de proyectos públicos.

@hache_g

Otros textos del autor:

-Activistas espectaculares
-La pregunta de oro

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