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Morena en su búsqueda

Durante las últimas semanas ha iniciado la activación de Morena. Por fin, el proceso de afiliación se abre como primer momento con miras a estructurar su vida interna. Este proceso de afiliación se hará sin distingos de ningún tipo. Cualquier persona, si así lo desea, podrá adherirse oficialmente a las filas de la maquina electoral que llevó a López Obrador a la presidencia.

En primera instancia no es mala idea: se trata de abrir las puertas a todos los ciudadanos de buena voluntad que deseen participar en la transformación nacional y comprometerse a nutrir la vida de un partido político a través de sus discusiones, definición programática y selección de personas honorables que aspiren a representarnos en el momento adecuado.

Sin embargo, nuestra realidad nacional dista de la teoría y no siempre los partidos políticos procuran su vida interna, dejan en segundo o tercer plano su propuesta programática y, claro, no siempre aciertan en seleccionar a personas honorables para representarnos.

En los últimos años, se ha discutido en diversas partes del mundo la viabilidad de los partidos; es decir, se ha cuestionado el ente del partido político como mecanismo de organización social para canalizar el conflicto político, ya que se ha convertido en una especie de buró para la “clase gobernante”. Han pasado de administrar el conflicto político a administrar los bolsillos de los políticos, quedando claro el por qué relacionamos la política con corrupción y no como una actividad humana en pro de la sociedad.

En México, después del gobierno de un partido hegemónico que va desde finales de la revolución mexicana hasta la era neoliberal (con dos periodos panistas neoliberales consecutivos), la victoria de Morena representó una bocanada de aire a un sistema cada vez más carente de legitimidad. Dicha crisis de representación tiene sus orígenes en no solo lo mencionado anteriormente, sino en la falta de eficacia gubernamental para producir bienestar, progreso y movilidad social, sobre todo para los sectores sociales más empobrecidos.

Por ello, creo que no es trivial reflexionar en torno al futuro de Morena, pues se autodescribe como un “movimiento” antes que partido político, aludiendo a sus raíces en las históricas luchas de masas. No obstante, esto nos orilla a pensar en la trayectoria de los partidos políticos de la izquierda mexicana, que se han caracterizado por su proclividad al conflicto interno. Sin embargo, también su metamorfosis se distinguió por crearse condiciones de unidad para lograr ganar elecciones, aunque en detrimento de su narrativa revolucionaria en favor de una más “centrada”.

La historia política de la izquierda mexicana está llena de tragedias en su búsqueda de vida institucional, pero también en su mística de construir, organizar y sostener una mayoría social —lo cual sería soporte de cualquier gobierno— es el sueño trunco.

Dicho esto, la cultura política mexicana ha jugado un rol determinante. Si bien en los últimos años de lucha por la democratización ha crecido la cultura política de manera importante, no se ha logrado una completa “ciudadanización”; lo que deja una pequeña abertura a desviaciones autoritarias o cacicazgos. Las decisiones siguen siendo tomadas desde una cúpula y no producto del consenso entre las bases.

Creo en este aspecto debemos tener creatividad y proponer modelos de partido funcionales a una nueva era.

Genera expectativa el llamado a “refundar” Morena sin denominarlo de esa forma, puesto que el partido ha sido rebasado por el carisma del líder y narrativamente no se puede refundar algo que no ha demostrado derrota electoral alguna. Sin embargo, desde mi perspectiva, hay una serie de “vacíos reales” con respecto a la declaración de principios y programa de Morena. ¿Cuántos militantes los conocen, y más importante, los practican?

La razón de ser de Morena se ha visto reducida al momento electoral empujado por el líder, y si se desea tener un partido político fuerte, se tendrá que rebasar ese esquema. El pasado nos ha enseñado algo, y es precisamente eso.

Con esto no insinúo “dogmatizar” Morena como una respuesta, ni cerrar ideológicamente al partido, pero es deseable que los militantes tengan un mínimo de congruencia y compromisos para lograr los objetivos comunes y los anhelos planteados, haciendo a un lado los intereses personales al anteponer los principios y programas para que, de una vez por todas, bajo estas condiciones se pueda transformar la vida pública nacional de manera genuina y ser un país de bienestar y justicia para toda la gente.

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