Uno de los “peores” males que existen hoy en día en la realidad nacional es el querer adaptarnos al espejismo global. Como nación, hemos sido forzados, desde el tratado de libre comercio, a adaptarnos al libre mercado, llevando a competir a industrias nacionales contra gigantes trasnacionales, subsidiados por estados más poderosos económicamente, lo que solo llevó a la quiebra de miles de industrias que apenas comenzaban a desarrollarse y no contaban con la infraestructura ni el apoyo gubernamental necesarios para subsistir en una economía globalizada.
Este problema suena muy lejano para las generaciones actuales, que estamos acostumbradas a poder elegir lo mejor del mercado o lo que se adapte más a nuestras necesidades. En cuanto al consumo, existe una satisfacción prácticamente absoluta de nuestros gustos y deseos. Sin embargo, el querer adaptarnos a las tendencias globales de manera acelerada ha traído problemas nuevos y tangibles para las y los jóvenes mexicanos.
Uno de ellos es la gentrificación, que poco a poco ha ido limitando las opciones para quienes habitamos Ciudad de México y el área metropolitana, haciendo prácticamente imposible cubrir una renta, que en promedio cuesta 15,000 pesos, teniendo un salario promedio de 6,100 pesos en la ciudad, según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo. Este problema ha sido generado por los “nómadas digitales” y la apertura que hay para permitir su estancia en la ciudad.
Se han tomado acciones por parte del gobierno de la ciudad para frenar el proceso de gentrificación que eleva los costos de la renta y ha ido desplazando a los jóvenes lejos de sus centros de trabajo, restándoles dignidad a su labor, obligándolos a desplazarse por más de dos horas al día para llegar a trabajar, si bien les va.
Parece impensable cuestionar hoy en día la estancia de nómadas digitales (que no pagan impuestos), la economía colaborativa o de plataformas, que sin duda generan ingresos y oportunidades. Pero, al montarnos en la ola de las tendencias económicas globales, dejamos de lado que, en nuestro país, por más cosmopolita que empiece a hacerse al adaptarse a estas, aún la mayoría de la población tiene que lidiar con problemas que en otros países resolvieron hace 50 o 100 años.
Hoy, no hay manera de regresar a un modelo como el de la sustitución de importaciones y cerrarnos al mundo, pero no es lo único que se puede hacer. Este nuevo año es una oportunidad para retomar nuestros valores y revolucionar la identidad nacional, poniendo primero sobre la mesa las necesidades de las y los mexicanos. Siempre recordar que, a pesar de los esfuerzos, 46.8 millones de mexicanos viven en pobreza, 8.5 millones de mexicanos no tienen acceso a una vivienda y 59.3 millones trabajaron más de 48 horas a la semana.
Existen tendencias hacia la búsqueda de días de descanso por salud mental, neutralidad climática del empleo y licencias de paternidad, que sin duda son importantes para alcanzar la plena dignidad del trabajo. Pero en México, apenas alcanza con el salario mínimo para 1.6 canastas básicas. ¿De qué le sirve a un mexicano tener un día de descanso al mes para cuidar de su salud mental, si debido a la precariedad laboral no va a tener ni los recursos para disfrutar de un día de ocio?
Somos testigos de que, a pesar de que la ley se reforme, si no tenemos un cambio cultural, es letra muerta. Y el gobierno puede ratificar convenios, firmar tratados y publicar leyes, pero al final, es labor de nosotros, en el día a día, exigir su cumplimiento y concientizar a todos de que, por muy bonito que sea el texto, si no mejora nuestra vida tangiblemente y está pensado para una realidad ajena a la nacional, este no sirve para nada.
Hay que ser conscientes de lo que es ser mexicano, de lo que padecemos y, así, luchar por lo que se tiene que mejorar. La unión y la organización siempre han sido las herramientas clave para los cambios necesarios en nuestro país. No podemos permitir que, en nuestro afán por sumarnos a las tendencias progresistas y las discusiones de moda, olvidemos los problemas sistémicos más básicos que afectan de manera directa y cotidiana a nuestro país.