Los resultados de las elecciones para renovar el Parlamento Europeo del 9 de junio pasado muestran un aumento en la popularidad de los partidos de extrema derecha en gran parte del continente, a costa de los partidos liberales y verdes. Las declaraciones de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, celebran la fuerza relativa que mantienen a los partidos políticos conservadores tradicionales, pero no logran ocultar la captura cultural facciosa del discurso político en Europa por parte de la extrema derecha.
En contraste con las recientes elecciones federales en México, en donde se generó un amplio consenso social con el respaldo de dos terceras partes de los votantes para dar continuidad y profundizar las políticas públicas que aseguren el acceso a la educación; la salud, la vivienda y el empleo, con un enfoque especial en los sectores más vulnerables de la población, los partidos de centroderecha europea —para mantenerse en el poder— han asumido posturas racistas; nacionalistas, xenófobas, antiaborto y contra el activismo verde, que solíamos considerar de extrema derecha. Cuando la izquierda se perdió en su propio laberinto progresista de inclusión y transición energética, los partidos conservadores de Europa innovaron el discurso político apropiándose de las causas de justicia económica y social que tradicionalmente habían estado asociadas a la izquierda.
El discurso de la extrema derecha se impuso en estos dos debates, inspirados en la retórica antiinmigrante y negacionista del cambio climático de Donald Trump[1]. La agenda híper-identitaria de género[2] y la radical integración racial que impulsan las izquierdas europeas fue desplazada de la agenda pública como consecuencia de la persistente crisis migratoria que azota a Europa desde 2015. En contraposición, la ultraderecha promovió una identidad europea única; cristiana, blanca y anti islámica, con enorme respaldo en Europa para imponer políticas crueles e inhumanas que dificulten la entrada de migrantes y refugiados, llegando al extremo de judicializar las labores de rescate humanitario en el Mediterráneo[3]. Por otro lado, la agresiva transición verde promovida por los ecologistas fue contrarrestada con éxito argumentando que es muy costosa para la gente común, quienes han visto deteriorado su nivel de vida a raíz del embargo comercial a Rusia. La idea que se impuso es que detrás de este ambientalismo punitivo se escondían políticas de transferencia de riqueza para favorecer a las empresas energéticas a expensas de las clases trabajadoras, por lo que la opinión generalizada ahora es de enorme sospecha y rechazo a cualquier medida tendiente a mitigar el cambio climático.
Mientras que México construye una sociedad más justa con la participación de la ciudadanía, Europa intenta resolver las contradicciones y conflictos con sus tradiciones democráticas y valores racionales aferrados a las libertades individuales. Sin embargo, el mundo observa con preocupación que desde la extrema derecha de Meloni hasta los verdes exista un consenso bélico para alargar y escalar el conflicto en Ucrania, lamenta que las voces más críticas del genocidio en Gaza perdieran su asiento en el Parlamento[4] y que las ideas del feminismo y el ecologismo están tan debilitadas para construir la paz y enfrentar la emergencia climática[5].
El Movimiento de Regeneración Nacional obtuvo una trascendental victoria descolonizadora en contra de los poderes económicos y mediáticos dominantes con los resultados electorales del pasado 2 de junio. Como consecuencia, el espectro político en México ya no se define por el clásico antagonismo izquierda-derecha de la tradición parlamentaria occidental. Ahora el eje de nuestra vida pública es el humanismo mexicano —ese movimiento político y social que reinterpreta los principios del humanismo clásico a la realidad y necesidades contemporáneas de México— que, desde abajo, busca devolver la dignidad al noble ejercicio de hacer política.
El Pueblo de México conquistó el poder político de manera pacífica para transformar la vida pública del país reivindicando sus valores comunitarios tradicionales que se basan en un fuerte sentimiento de solidaridad y resiliencia para enfrentar cualquier desafío. Ese pueblo que encarna el sincretismo mexicano que se nutre de las tradiciones espirituales, religiosas y de las aportaciones étnicas de las oleadas migratorias de nuestra historia, también recupera su profunda conexión con la tierra, la naturaleza y las prácticas sostenibles que dieron origen a las civilizaciones prehispánicas.
En el México de hoy ni “progres” ni “fachos” son relevantes para la elaboración de políticas públicas[6]. El papel protagónico en la Cuarta Transformación lo llevan ciudadanos humanistas que mediante el diálogo diseñan y ponen en marcha las acciones pertinentes para recuperar la dignidad humana; la justicia social, la solidaridad y el bienestar general de la sociedad.
[1] Why the far right is surging in Europe | FT Film
[2] La «agenda hiper identitaria de género» se refiere a un enfoque intensivo y a menudo polémico en torno a cuestiones de identidad de género, que puede incluir la promoción de derechos y reconocimiento para personas de diversas identidades de género más allá del binario tradicional de hombre y mujer.
[3] Geo Barents: 20 días de detención administrativa
[4] El giro de la UE hacia el militarismo · por Clare Daly y Mick Wallace
[5] Si avanza la guerra, la derecha arrasa. Hay que romper el consenso bélico. Hacer crecer la fuerza de la paz, el fin del genocidio y los derechos.
[6] El antagonismo entre «progres» y «fachos» es un reflejo de profundas divisiones ideológicas en las sociedades occidentales contemporáneas. Estas divisiones se alimentan de diferentes visiones sobre cómo debería organizarse la sociedad, cuáles valores deben prevalecer y cómo se deben enfrentar los desafíos contemporáneos. El contexto en el que se desarrolla este antagonismo es multifacético, involucrando políticas de identidad, economía, migración, medio ambiente y derechos individuales.