Por: Ramón Alberto Elorza
Se han vuelto ya un lugar común los señalamientos coordinados entre diversos comentócratas y opositores, en el sentido de que nuestra Presidenta, la doctora Claudia Sheinbaum, no tiene el mando real y sólo obedece instrucciones. Estas afirmaciones son una estrategia que deja ver una nula postura ética respecto al ejercicio del poder.
Los coros que falsamente señalan la falta de mando y afirman la necesidad de una ruptura violenta con nuestro expresidente Andrés Manuel López Obrador fundan sus envenenadas afirmaciones en su decadente historia. Recordemos que, en la era del latrocinio neoliberal, quien llegaba al poder lo hacía en medio de una tormenta política y financiera. El antecesor le dejaba un país quebrado y ante la urgente necesidad de conseguir una base social —así fuera ficticia— se veía obligado a realizar una ruptura faraónica con su antecesor, con la complicidad mediática que se encargaba de dilapidar al expresidente saliente, todo esto para “congraciarse” con el nuevo y así los medios que se enriquecían a manos llenas olvidaban los “favores” recibidos para seguir con su inmoral bonanza. Los “Quinazos” estaban perfectamente planeados. La cortina de humo actuaba como oxigeno artificial para los nuevos gobiernos que muy pronto se verían envueltos en la corrupción.
En los referentes de la oposición no cabe entender que esta sucesión se da en el contexto de un movimiento de Transformación auténtico y profundo, mismo que se vio refrendado de manera contundente en las urnas. Por primera vez en décadas, quien deja el poder se va entre abrazos del Pueblo por haber cumplido con la palabra empeñada y quien llega lo hace de forma transparente, con un estilo propio que sigue el trazo de un movimiento que se ha fincado en los ideales que trascienden a las personas.
Las prácticas rupturistas de la oposición traían terribles vicios: falta de continuidad en los programas, luchas intestinas por el poder, traiciones y demás prácticas nefastas que hacían totalmente ineficientes a los gobiernos.
Los heraldos de esta forma pseudopolítica en cierto sentido son víctimas del sistema que los engendró; no tienen antecedentes morales para entender un gobierno humanista como el de la Doctora Sheinbaum que valora los enormes legados de AMLO y que de manera propositiva edifica un segundo piso para los cambios que ya se emprendieron en el país.
Detrás de este lodazal hay un vacío ético. Un amplio sector de la oposición no puede entender que una mujer lleve las riendas del país y lo haga de manera justa, enérgica y con claridad. Hay un machismo disfrazado en quienes dicen que no es ella quien toma las decisiones, muy erróneamente no conciben que una mujer tenga la fuerza para conducir tan bien el Estado. Ser la primera mujer Presidenta implica romper barreras, nos tocará ver incluso ataques más rabiosos y machistas, en mala hora para quienes así lo hacen, les espera el merecido basurero de la historia. El Pueblo es implacable en su juicio.
En este proceso de revalorar nuestro pensamiento libertario, para trazar nuestro proyecto de nación, conviene citar a la gran escritora Rosario Castellanos: “Mi mente femenina se siente por completo fuera de su centro, cuando trato de hacerla funcionar con ciertas normas inventadas, practicadas por hombres y dedicadas a mentes masculinas.” Justo el Humanismo Mexicano pretende romper con la versión patriarcal del mundo que trajo a su paso violencia, injusticia y discriminación.
En la figura de la Doctora Sheinbaum se encarna este afán reivindicatorio. Ser parte del movimiento que ella encabeza es sentir el verdadero pulso del México soberano que vibra con fuerza a la izquierda, como los puntuales latidos del corazón.
@NederElorza
Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestro en Gestión de Políticas Públicas. Militante del proyecto de la Cuarta Transformación, promotor del Humanismo Mexicano como forma de Gobierno, y fundador y coordinador de más movimiento (espacio difusor de los valores de la 4T y coadyuvante del segundo piso de la transformación).