El nombramiento de Robert F. Kennedy Jr. como secretario de Salud es la apuesta de Donald Trump para romper con el control que las compañías farmacéuticas, hospitales, aseguradoras y proveedores de equipos médicos tienen del sistema de salud norteamericano. Conocido por ser el más caro del mundo, ya que opera con un costo de $12,000 USD por habitante al año —el doble de lo que gasta la Unión Europea, Canadá, Japón o Gran Bretaña— y equivalente al 17% del PIB, tampoco es capaz de lograr mejores resultados en indicadores como la esperanza de vida, mortalidad infantil y manejo de enfermedades crónicas con respecto a estos países.
Hijo el ex-fiscal general de los EE. UU., asesinado durante su campaña presidencial en 1968, Kennedy es un prestigioso abogado ambientalista que ganó ante la corte del Estado de California un caso en contra del glifosato del gigante corporativo Monsanto[1]. Previo a declinar su candidatura a favor de Trump hizo campaña prometiendo explícitamente poner fin a la captura de las agencias reguladoras gubernamentales mediante la cual controlan a las mismas agencias que se supone que las regulan[2].
Con estas credenciales podemos entender por qué Kennedy ha sido blanco de ataques por parte del NYT y otros medios de la prensa corporativa controlada por BlackRock y Vanguard; los mismos fondos de inversión dueños de las grandes empresas alimentarias y agrícolas, así como de los laboratorios que desarrollan las vacunas ARNm. Lo intentaron desprestigiar poniéndole la etiqueta de “antivacunas”, por criticar la falta de estudios que acrediten la seguridad de estas, para evitar que el mensaje central de su campaña trascendiera: destruir la lucrativa fórmula —que se convirtió en la norma de la industria— de que los reguladores y los jefes de las agencias federales pasan a ocupar puestos directivos en empresas de las industrias agrícola, alimentaria, farmacéutica y hasta en el Pentágono.
Sin embargo, y aunque formar parte del gabinete de Trump no es garantía de que podrá actuar en libertad ni de permanencia, Robert Kennedy Jr. intentará desplegar su estrategia para que Estados Unidos vuelva a ser saludable (Make America Healthy Again) con un sistema de salud fracturado, cuyo modelo de atención está basado en ganancias, opera con altos costos administrativos y compras descentralizadas de medicamentos, sin una adecuada regulación de precios.
Otro obstáculo por vencer será el «círculo vicioso» creado entre las farmacéuticas y empresas alimentarias para lucrar tanto con los productos que generan problemas de salud como con los tratamientos necesarios para paliarlos. Los productos ultra procesados, ricos en azúcares, grasas saturadas y aditivos, provocan enfermedades crónicas extremadamente lucrativas para la industria farmacéutica, ya que requieren tratamientos de por vida para controlar la insulina, la hipertensión o el colesterol.
Las dinámicas de mercado y las estructuras de poder en las industrias farmacéutica y alimentaria están alineadas de tal manera que perpetúan problemas de salud prevenibles. Gigantes como Coca-Cola, Nestlé o PepsiCo gastan millones de dólares en cabildeo para evitar restricciones a sus productos y pese a la evidencia sobre los efectos negativos de estos alimentos, las regulaciones sobre publicidad para niños y etiquetado nutricional son laxas en comparación con otros países como México o Chile.
Por otro lado, las críticas de Kennedy a las vacunas de tipo ARNm aplicadas a la población infantil sin estudios determinantes de que son seguras, amenazan los intereses del Pentágono ligados a cuestiones de seguridad nacional ante amenazas biológicas y pandemias[3]. El objetivo del Departamento de Defensa por el dominio estratégico de armas biológicas modernas requiere mantener una infraestructura y plantel científico que demanda presupuestos exorbitantes. Al imponer una batería de vacunas obligatorias cada vez más extensa a la niñez norteamericana[4] es posible financiar indirectamente sus programas de colaboración con Moderna, BioNTech y Pfizer para desarrollar estas tecnologías en lugar de depender exclusivamente de su propio presupuesto de defensa.[5]
Robert F. Kennedy Jr. enfrentará a los poderosos intereses financieros y militares que tienen secuestrado el bienestar de la población norteamericana. Los medios corporativos de comunicación atacarán despiadadamente a su persona y su gestión, como ocurrió en México con el Dr. Hugo López-Gatell, quien como subsecretario de Salud elaboró y cabildeó durante la legislatura pasada la Ley General de la Alimentación Saludable y Sostenible, que dio fundamento al programa “Vida Saludable» el cual, a partir de marzo de 2025, impedirá la venta de ultraprocesados y bebidas azucaradas en las instituciones educativas. La industria de productos chatarra no se lo perdonará jamás, pero futuras generaciones de mexicanos vivirán más saludables y siempre agradecidas con él.
[1] La sentencia de Monsanto, una “victoria para los derechos humanos” | Noticias ONU
[3] Las vacunas de ARNm pueden ser diseñadas y producidas en semanas, en comparación con los meses o años que requieren otras tecnologías, y esto es clave para responder a patógenos desconocidos o variantes manipuladas genéticamente de ántrax o viruela.
[4] Hoy en día, un niño norteamericano puede recibir hasta 72 dosis de vacunas, incluyendo refuerzos, desde el nacimiento hasta los 18 años, dependiendo del estado y las recomendaciones locales.
[5] La nueva versión del “Complejo Militar-Industrial” al que aludió Eisenhower en su último discurso como Presidente de los EEUU