País joven y salvaje

Nuestro país fue de los primeros en Latinoamérica en independizarse de España en el siglo XIX. Por otra parte, la Revolución Mexicana inició el 20 de noviembre de 1910, y con este levantamiento armado se dio la fuerza necesaria para derrocar la dictadura de Porfirio Díaz, quien ejerció el poder desde 1876 hasta 1911 ‒periodo denominado porfiriato‒. Durante 35 años de gobierno, no existió la alternancia sino el mando único y autoritario; tal y como sucedió en la mayoría de los países de Latinoamérica. Sin embargo, en México, se logró “momentáneamente la alternancia” cuando el opositor Francisco I. Madero asumió la presidencia el 6 de noviembre de 1911. Fue corta su duración, ya que poco más de un año después fue traicionado y asesinado ‒junto con el vicepresidente José María Pino Suarez‒ como resultado de un golpe de Estado orquestado y dirigido por José Victoriano Huerta, quien usurpó la presidencia de nuestro país. 

Cuando estaban terminando las secuelas de la Revolución con la aglutinación de distintos grupos y diversos movimientos políticos que resurgieron después de la muerte del presidente Álvaro Obregón en 1928, se tuvo que recurrir a la formación de un partido político mexicano. Por iniciativa de Plutarco Elías Calles, se fundó el PNR con la finalidad de dejar la movilización de grupos armados posrevolucionarios y transitar a un gobierno institucional. Y así se fue transformando el partido hasta que llegó el Partido Revolucionario Institucional (PRI) que logró mantenerse en el gobierno desde su fundación el 4 de marzo de 1929 hasta que llegó la simulada “alternancia de gobierno” con el candidato del PAN ‒Vicente Fox‒ y después el usurpador Felipe Calderón, quienes después de un pacto en Los Pinos dejaron que llegara nuevamente el PRI al poder en el 2012 con Enrique Peña Nieto. De esta forma, se concluyó  un acuerdo entre ese grupo mafioso que decidió negociar con la democracia de todo un país para poder venderlo al mejor postor.

Sin embargo, después de ser tres veces candidato a la presidencia de la República ‒en las elecciones de 2006, 2012 y 2018‒, el Licenciado Andrés Manuel López Obrador ganó la elección con el 53.19% de los votos en su tercera postulación; este resultado le dio una ventaja de 17 millones 503 mil 363 votos frente a su contrincante más cercano. El primero de diciembre de 2018, asumió el cargo de Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, iniciando un cambio de régimen, lo que significó un acontecimiento histórico en la vida pública y política de todos los mexicanos, puesto que desde 1911 no se lograba en México una verdadera alternancia de gobierno.

Resulta lógico que después de 70 años de gobierno por parte del PRI y 12 años de gobierno del PAN, ‒quienes suman 82 años de estar al mando de nuestro país con la misma forma de gobierno‒, la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República iba a ocasionar una crisis política, provocando disgusto, confusión, desorientación y odio, ya que después de tantos años se les quitaba el poder de sus manos y no había nada que podrían hacer para continuar en él. 

El PRIAN se engendró por necesidad, fue un pacto que se hizo en 1988 entre los actores cupulares de ambos partidos para mantener los privilegios y beneficios que siempre se habían tenido a través de los años; eso era garantía de su durabilidad y estabilidad al frente del Ejecutivo. Ante la sociedad simulaban confrontación y rivalidad, aunque en lo oscurito se llegaban a arreglos de a quien le tocaba perder y quien le tocaba ganar en la siguiente elección. Todo se quedaba en familia; todo se mantenía para el mismo grupo de poder. La única diferencia era el partido que gobernaba y quienes tenían “mano” en la toma de decisiones, siempre y cuando se respetaran los acuerdos. 

La llegada de AMLO al poder dejó huérfanos a varios que estaban acostumbrados al cobijo y manutención del gobierno durante años; es decir, su “modus vivendi” era mantenerse del gobierno a través de contratos a modo, beneficios fiscales y de todo tipo de privilegios por encima de la población común. Siempre me ha parecido analógicamente al junior, cuyo padre millonario lo tiene muy consentido, con todo fácil y en la mano, con todas las comodidades posibles para que esté feliz y sin complicaciones. Nace así una persona inmadura, arrogante y berrinchuda, que cuando se le quitan de tajo todos los beneficios y sale de su burbuja para enfrentarse al mundo real, no le queda más que confrontar, atacar y hacer todo el escándalo posible para volver a ese mundo de fantasía.

Cuando comenzó el gobierno de López Obrador, algunos estaban esperando que realmente fuese más de lo mismo. Distintos empresarios buscaron la forma de reunirse con él para negociar lo ya acostumbrado, y creyeron ingenuamente que se iba a tratar de un simulación más como lo fueron Vicente Fox y Felipe Calderón; pensaban que las propuestas solo iban a quedar en la campaña, y que si habría posibilidad de algún tipo de acuerdo para no perder aquellos privilegios a los que estuvieron mal acostumbrados durante muchos años. Sin embargo, al ver que no podían con AMLO, tuvieron que orquestar, primero, ataques fuertes y contundentes en su contra provenientes de diversos medios tradicionales. Buscaban presionarlo, pues sabían que cualquier personaje que llega al poder, se va desgastando con el tiempo, pero cuando se tiene a los medios en contra es aún más peligroso, ya que se pretende desanimar a quienes confiaron en él.

Por otro lado, la división y polarización en la población, derivadas de la alternancia de gobierno, comenzaron a subir de nivel e intensidad. La guerra sucia y constante desinformación comenzaron a acaparar las redes sociales. Era claro que existían distintos frentes de ataque para descarrilar el proyecto de la 4T y consigo, orillar al Presidente López Obrador a una forzada ‒pero necesaria‒ negociación con aquellos que se creen dueños y señores de nuestro país. Aquellos, sin duda, están pasando por una pesadilla, pues este cambio de gobierno no resultó ser como los demás, ya que sí se estaban cumpliendo hasta las promesas más difíciles de creer; entre ellas, quitarles la pensión a los expresidentes y eliminar la condonación de impuestos, entre otras. 

Sin duda, México es un país joven en su democracia. Después de más de 82 años podemos asegurar que la alternancia llegó y que el cambio verdadero se está dando. Así se está logrando un acontecimiento histórico pues se eliminan todos aquellos vicios y lujos con los que se contaba en los gobiernos anteriores para beneficiar a un grupo de empresarios y familias potentadas. 

Al ser un país joven en su democracia ‒ por pactos patrióticos que se hicieron después de la elección de 1988‒ México no pudo tener una maduración ordinaria, no vivió sus procesos normales de alternancia política; sufrió del engaño, la mentira y la simulación. Por ello encontramos resistencias violentas y salvajes, ya que romper con esa costumbre provoca crisis dentro de la sociedad; además, es impulsada y excitada por aquellos pocos empresarios, familias y políticos que se vieron afectados en sus intereses. Todavía existen algunos mexicanos de distintas clases que se sienten dolidos o afectados por los cambios que hace este país, aunque en el pasado fueron ellos las clases más desafortunadas por la toma de decisiones basadas en el régimen neoliberal. Creen que porque los medios pagados por la oposición hacen criticas basadas en suposiciones y sin elementos probatorios contundentes es ser cierto lo que argumentan; creen en mensajes enviados en cadena por WhatsApp o Facebook, ya que su odio impuesto e inexplicable les advierte que están perdiendo algo o está en peligro su patrimonio, aunque es justamente lo que se está salvando al proteger la soberanía nacional.   

Considero que si México hubiese tenido una verdadera alternancia política, habría progresado no solo en los aspectos económicos y de crecimiento, sino también en la evolución democrática política y social. Sin embargo, ese momento único lo tuvo en sus manos Vicente Fox Quezada: pudo realmente hacer un cambio sustantivo en nuestro país, pero buscó mejor continuar con el pacto con las cupulas empresariales, políticas y familiares que sostenían al poder. Seguramente fue por cobardía ‒falta de carácter‒ pero también por comodidad, ya que a ningún presidente le gusta la idea que se le monte toda una maquinaria de ataques mediáticos, constantes y continuos, provocados por quienes se ven afectados en sus intereses. 

Vicente Fox traicionó la democracia al no darle a nuestro país el cambio que prometió. Fue un rotundo fraude a las y los mexicanos; no solo eso, sino que violó nuestra democracia al permitir el fraude electoral con la imposición de Felipe Calderón. Estos actos los menciono ya que es importante analizarlos y entender por qué las reacciones tan violentas y discriminatorias al recibir en nuestro país la alternancia de gobierno. Esto forma parte de la evolución de un país y así se logran los avances de este. Sin embargo, se tuvo grupos malcriados y malacostumbrados que vieron al gobierno como fuente económica, como si se tratase de una empresa, cuando realmente es el gobierno del Pueblo, para el Pueblo y con el Pueblo. 

Creo que esta crisis política y social podrá provocar cambios sustantivos y, por tanto, beneficiosos para los mexicanos, siempre y cuando no caigamos en la trampa de los grupos de interés que pretenden que volvamos al pasado, haciéndonos perder años de lucha y constancia. Son esos empresarios, políticos y familias que no quieren que el Pueblo tenga un gobierno de su parte, pues se les termina su gallina de los huevos de oro y pierden los privilegios a los que estaban acostumbrados. Con ese motivo, continúan los ataques constantes provenientes de estos grupos de poder, cuyo objetivo es volver al país joven y salvaje que siempre han podido domar con distracciones mediáticas entre otras formas de engaño.

No volverán jamás.
 

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