Pluma Patriótica

Share on facebook
Share on twitter
Share on telegram
Share on whatsapp
Share on email
Paleros de la ignominia

Paleros de la ignominia

Ser Calderonista en pleno 2019 implica ser cómplice de la destrucción del tejido social del país. Implica, en los hechos, encubrir la política que rompió de tajo con la paz y la tranquilidad de millones. Defender a quienes llevaron a la nación al doloroso punto en el que se encuentra y del que tanto trabajo nos cuesta salir, es ser un palero de la ignominia.

Y es que no significaba lo mismo ser calderonista en 2006 que asumirse como tal en el presente. Ha habido un largo camino plagado de sufrimiento en medio.

Doce años atrás, miles de mexicanos optaron equivocada pero legítimamente por un proyecto que prometía orden, empleo y seguridad al país frente a los riesgos de lo que veían como una deriva populista e irresponsable capaz de destruir “lo que durante tantos años había tomado construir”

A pesar de ello, ni millones de dólares invertidos en guerra sucia ni el aparato del Estado operando ilegalmente fueron suficientes para conseguir la mayoría de los votos del pueblo. Entonces hubo imposición fraudulenta. Y el terror invadió cada rincón de la nación.

No hace falta hablar a profundidad de lo que pasó. No hace falta ni siquiera un resumen. Las cifras por sí mismas dejan un nudo en la garganta:

Más de 100 mil muertos. Más de 25 mil desaparecidos. 150 mil desplazados. Aumento descomunal en violaciones a derechos humanos (1000% en tortura, por ejemplo). Aumento del 68% en feminicidios. Ríos de sangre. Sangre inocente derramada por dondequiera. El país de la barbarie.

¿Puede una persona decente defender tales atrocidades? ¿Existe un atisbo de humanidad en quien justifica tales resultados?

Se puede ser liberal o conservador. Se puede ser de izquierda o de derecha. Se pueden ser muchas cosas y muy distintas todas ellas entre sí. Pero la democracia y la pluralidad también tienen límites: la defensa de la vida. La aspiración a la paz. El respeto irrestricto de los derechos humanos. La condena a todo discurso de odio. El calderonismo va en contra de estos.

En un país que trabaja diario en reconstruirse, que lucha día tras días para salir del atolladero de la violencia despiadada, en el cual se aspira a la justicia acompañada de la reconciliación nacional, defender a quienes desataron la barbarie es ser enemigo de México. Defender a quien redujo a cientos de miles como “daños colaterales” debe quedar proscrito del debate público.

Nos costará años salir del punto al que nos llevó un gobierno criminal y sanguinario. En el camino, toca acompañar el sufrimiento de las víctimas. Su dolor. Su búsqueda de reparación. Y ello también implica despreciar todo discurso que reivindique uno de los periodos más siniestros de nuestra historia.

Ni Felipe Calderón ni sus secuaces merecen estar de gira en medios. No merecen competir en el terreno electoral. No merecen caminar tranquilos por las calles. Merecen pagar por sus crímenes. Por el inmenso daño que le ocasionaron a la nación. Eso sólo ocurrirá sentándolos en el banquillo de los tribunales. Hasta entonces podrá hablarse de justicia. Que los únicos que los defiendan sean sus abogados.

 

Alfonso Flores Durón. Estudiante de Derecho en el ITAM. Mexicanista y obradorista. Colaborador invitado en El Financiero, Televisa, Milenio y Radio Fórmula.

@PonFDE

Lee más del autor:

 

 

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on telegram
Telegram
Share on whatsapp
WhatsApp

Relacionado