Pluma Patriótica

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Cuestionar esta patria

Cuestionar esta patria

Me pregunto si la patria debe seguir siendo eso que nos han enseñado: aquella suerte de abstracción que conjuga elementos que dotan de una identidad única a los habitantes de un Estado-Nación, sin importar sus condiciones y diferencias socioculturales. Un ente amable. Una suma de representaciones que se veneran, protegen y defienden tal-como-son.

Este 16 de septiembre el compañero Gibrán Ramírez, analista político, escribe en su artículo “Patria de sembradores” que los mexicanos, desde nuestra política y pueblo, hemos decidido festejar siempre el grito de independencia como «un gesto generoso, idealista, que representa la audacia y el honor más que el valor del triunfo»; que estos festejos hablan más «de un ideal del país que decidimos que hemos querido ser que de los vaivenes y caprichos de la política real».

Pero no es cierto: el ritual del grito de independencia es, en realidad, un acto de Estado. Es precisamente producto de esos caprichos de lo que llama «política real». No se trata de una decisión, un «gesto» impulsado a conciencia por el pueblo. Es un evento cívico-político que se nos ha impuesto más o menos como lo conocemos por lo menos desde 1825 y que ha contado con sellos políticos que tienen por fin legitimar a quien está en el poder.

Y este 2019 vaya que se logró el objetivo. Ese fue el fin de las arengas de López Obrador que hicieron referencia a las mujeres como forjadoras de la patria, en un contexto en que las demandas del movimiento feminista toman fuerza; a las comunidades indígenas, aunque en el hecho siguen siendo embestidas por megaproyectos de muerte y negados por acciones de Estado; y a la soberanía, para resaltar un elemento discursivo fundamental de la política nacional que está impulsando…

Ese fue el fin del desfile militar acostumbrado, que engrandeció, ahora, a los elementos de la Guardia Nacional; de la ausencia de invitados especiales al Palacio para ofrecer la impresión del fin del influyentismo político, que por supuesto no es tal.

En su artículo, Gibrán celebra que la «mitología mexicanista», que habla de tres transformaciones de la vida pública en México —de las que la Independencia fue la primera—, haya llegado intacta al gobierno que pretende encabezar una cuarta transformación.

¿Pero no sería necesario dar una lectura crítica a esa mitología, lejos de aplaudir su continuidad? De principio, desmontar la noción mitológica de la historia nacional —llena de héroes y mártires de entre los que no se nombra a las masas como actores fundamentales— para optar por una lectura crítica de las contradicciones de la historia y evitar caer en la abstracción, en el mero folclor.

Recién pasada la euforia, sobrios de la emotividad que embriagó a buena parte de los mexicanos, cabe preguntarnos si a dos siglos de la independencia política de México el gobierno finalmente tiene un proyecto social que no priorice los intereses de unos pocos por sobre los de la mayoría; preguntarnos qué patria queremos y en qué medida somos partícipes de su construcción
Comprendernos como sujetos de esta historia que, contrario a lo que el Estado quiere hacernos creer, no se construye gracias a personajes ilustres, sino a la acción de las masas.

Tal vez podamos pensar en la pieza “Amigo, ven”, de León Chávez Teixeiro, que dice: la patria es el odio al opresor.

Paola Ramos. Chiapaneca. Egresada de comunicación y periodismo por la UNAM. Forma parte del Campamento Nacional de la Juventud Antifascista y Antiimperialista y de la 17a Escuela para Jóvenes Defensores de Derechos Humanos.
Ha colaborado en  SinEmbargo.mx, Reforma, El Big Data y Cencos.

@paooramoos

Otros textos de la autora:
-Liberen a los migrantes
-La ciudad monstruo y la resistencia de sus pueblos

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