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Parásitos de la USAID

El gobierno de Trump ha impuesto una pausa de 90 días en la mayoría de los programas de ayuda internacional, muchos de ellos ligados a la Agencia Internacional de Desarrollo, USAID, que maneja un presupuesto anual de 42,800 millones de dólares.[1] También los 10,000 trabajadores de la Agencia desplegados en más de 100 países fueron puestos bajo licencia administrativa y se encuentran en un estado de incertidumbre esperando cambios estructurales importantes. Sin embargo, existe un impacto aún mayor sobre una burocracia internacional de élite conformada por ONG, medios de comunicación y consultores que hicieron de los multimillonarios recursos destinados a programas de asistencia su modus vivendi.

Considerada desde su creación como una organización fachada de la CIA, los propósitos y métodos de la USAID fueron puestos en evidencia meses antes del golpe militar en Chile en el film «Estado de Sitio», que explora cómo los EEUU, bajo el pretexto de asistencia técnica y humanitaria en Uruguay, crearon un Estado Mayor clandestino y entrenaron escuadrones de la muerte en técnicas de tortura y represión, revelando las contradicciones del imperialismo yanki y la hipocresía de su política intervencionista disfrazada de ayuda internacional para el desarrollo. La película está inspirada en el secuestro y asesinato de Dan Mitrione, un asesor de la USAID, por parte de los guerrilleros Tupamaros en agosto de 1970.[2]

Sin embargo, el escaso prestigio del que gozaba USAID, a pesar de los miles de millones de dólares derrochados en la compra de voluntades alrededor del mundo, acaba de ser brutalmente destruido por la misma Casa Blanca, que acusa a la Agencia insignia del Departamento de Estado de abusos y despilfarro de recursos en proyectos ligados al fanatismo progresista, como la promoción de la agenda de género en Latinoamérica; de apoyar mercenarios de Al Qaeda en Siria, de financiar sistemas de riego y maquinaria agrícola al Talibán para la producción de amapola y heroína en Afganistán, así como de fondear estudios sobre virus con potencial de pandemia como el coronavirus en el laboratorio de Wuhan.[3]

La anunciada desaparición de la Agencia, que deberá esperar autorización del Congreso y podría enfrentar impugnaciones judiciales, implica una renovación de la política exterior de EE. UU., donde la ayuda humanitaria y para el desarrollo deberán estar mejor alineados con objetivos geoestratégicos y de seguridad nacional. Es de anticiparse un incremento en operaciones encubiertas, manejadas directamente por la CIA, la NSA o por medio de agentes externos, sin embargo, su extinción también implica un enfoque más directo en la seguridad con el uso del poder militar. Esto significa un incremento en la presencia de efectivos, bases, y operaciones de la 4ta Flota y el Comando Sur, como parte de una estrategia coercitiva para México y Latinoamérica.

Los parásitos de la USAID, aquellos asesores y periodistas que se volvieron especialistas en interpretar la agenda globalizadora para obtener subsidios, han salido a defender la bondad, pertinencia, objetividad y relevancia de sus proyectos. Sin embargo, sus reclamos no han tenido eco en la sociedad, ya que se han exhibido como pseudointelectuales mercenarios desvinculados de la realidad de sus propios países, y en algunos casos, son considerados traidores a la patria, ya que la lógica de la financiación de su trabajo obedece a intereses extranjeros.

Aunque la amenaza de intervenciones militares directas sea cada vez más inminente, el mundo se ahorrará las burdas simulaciones de una “espontánea” sociedad civil organizada; como las revoluciones de colores en las exrepúblicas soviéticas, aquellos “súbitos” movimientos sociales como la Primavera Árabe o los levantamientos “populares” como el que terminó con el linchamiento de Gadafi en Libia.[4] En México nunca extrañaremos las iniciativas financiadas por la USAID, como las orquestadas por MCCI de Claudio X González; falsos documentales como el De panzazo para promover la reforma educativa de EPN y movilizaciones con coreografías acartonadas como la Marea Rosa. Tampoco echaremos de menos los estudios sesgados y fatalistas del IMCO o México Evalúa ni las campañas negras en redes sociales como la de #NarcoPresidente, en la cual medios de comunicación internacionales y locales entraron en comparsa para intentar desprestigiar a México con una fantasía tan inverosímil como una serie de Narcos de Netflix.

Los norteamericanos optaron por un gobierno disruptivo al reelegir a Donald Trump, y con la eliminación de la perversa y golpista USAID, no están siendo defraudados. Por nuestro lado, porque la patria se defiende y no se vende, a los mexicanos nos corresponde defender nuestra soberanía de los traidores de siempre y de cualquier intento de intervención extranjera.


[1] Para dimensionar estos montos, en 2011 la filantropía privada de EE.UU contribuyó con 39,000 MUSD en donativos internacionales, comparados con 43,000 MUSD que prestó el Banco Mundial a países en desarrollo. Adicionalmente las Agencias Estatales de Desarrollo distribuyeron en ese año 31,000 MUSD alrededor del mundo.

[2] Estado de Sitio (1972) de Costa-Gavras

[3] At USAID, Waste and Abuse Runs Deep

[4] De la Revolución de las Rosas a la Marea Rosa: los riesgos del activismo de colores – El Soberano

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