Al momento de empezar a escribir estas líneas, me encuentro formado para recoger un boleto para acudir a ver a Pumas en los cuartos de final.
Por mi mente pasan un montón de ideas que me hacen interiorizar las similitudes entre la militancia política y la militancia en el fútbol. Por eso, hoy escribo sobre este tema que combina las que probablemente son las dos más grandes pasiones en mi vida. Pasiones al fin, dignas de la banalidad propia de la existencia, pero que toman toda la relevancia posible cuando le dan sentido a nuestra visión de mundo.
En la política, sostengo que militamos porque algo nos parece injusto y queremos cambiarlo. Al menos así es en la izquierda, donde el coraje y un profundo sentido de justicia nos hace dirimir las diferencias de propias de cualquier organización social con poder popular, democracia y gobiernos que sirvan a los más desfavorecidos. Militar en política es un acto de fe en valores que consideramos justos, buenos y valiosos y que normalmente encarna una opción política o alianza para darle voz a un sentir colectivo.
Es un bellísimo acto de coraje donde se asume que existe un proyecto más grande que uno mismo, y donde las aspiraciones y sueños individuales se conjugan para transformarse en un proyecto colectivo. Esencialmente, militar en política es poner primero los principios que consideramos idóneos para poder aspirar al bienestar y a la utopía.
Muchas veces la ideología se hereda, y la militancia, también. Aunque no es una condición indispensable es común, y habla de lo importante que son los valores compartidos en lo que consideramos justo o deseable.
En el fútbol, ocurre exactamente lo mismo. En muchas ocasiones son nuestras propias familias las que nos unen al sentimiento colectivo de unidad que genera pasiones, encantos, llantos y decepciones.
Militar en el fútbol, ser hincha, aficionado, es también tener fe en una idea de mundo compartida que es lo suficientemente poderosa para generar sentimientos inimaginables. El fútbol no es solo un deporte, así como la política es más que una ciencia social. Son dos concepciones que han cambiado al mundo, e incluso, han moldeado su historia siendo partícipes en los intereses y sentimientos de millones de mujeres y hombres.
Militar en el fútbol es estar en las buenas y en las malas, igual que en la política. Es creer que se puede hacer mejor cuando se hace mal, igual que en la política. Es aspirar a la excelencia en cada partido, igual que el militante lo hace en cada elección.
Es salir a dejarlo todo en la cancha por los valores, la esencia, la esperanza, los saberes y anhelos que cada uno tiene, igual que el militante lo hace al defender un proyecto de nación, debatir, organizar, luchar.
Al final, la militancia política no está nada lejos de la militancia en el fútbol.
En el fútbol, la militancia también es un notable acto de coraje donde se asume que existe un proyecto más grande que uno mismo, y donde las aspiraciones y sueños individuales se conjugan para transformarse en uno colectivo.
Construir desde lo popular es cada día un partido distinto que merece esfuerzo, sacrificio y amor a la camiseta… igual que en el fútbol.