En un país tan diverso como México, el territorio es mucho más que un simple espacio físico. Es el reflejo de nuestras historias, nuestras desigualdades y, sobre todo, nuestras metas. Desde las comunidades rurales hasta las grandes metrópolis, el territorio es la base de lo que somos y lo que podemos llegar a ser. En tiempos de incertidumbre política, como el que actualmente vivimos con nuestro vecino del norte, nunca ha sido tan necesario entender que un territorio bien planificado es también una forma de defensa.
Recientemente, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha dejado claro que la relación bilateral con México se encuentra bajo una nueva fase de tensión. La amenaza de nuevos aranceles y las deportaciones de miles de personas son solo algunos de los desafíos que enfrentamos como nación. Queda claro que, si queremos hacer frente a los retos externos, debemos fortalecer nuestros cimientos internos.
Hoy, millones de personas siguen viviendo en condiciones precarias, sin acceso a agua potable, drenaje, salud o educación. Las disparidades entre zonas urbanas y rurales, entre el norte y el sur, siguen siendo un reto urgente. Es con la planeación del territorio hacia el largo plazo que se puede ir construyendo una solución a estos problemas al mismo tiempo de hacer de México una nación más resiliente. Debe ser una estrategia integral para garantizar el desarrollo económico, social y ambiental del país.
El territorio no solo es la base de la infraestructura, sino también la columna vertebral sobre la que se construyen los derechos de las personas: desde el acceso a la vivienda y la movilidad, hasta la salud, la educación y la preservación de nuestros recursos naturales. Durante la administración pasada, se avanzó mediante programas e inversiones que, aunque parcialmente, transformaron la realidad de muchas comunidades. El Programa de Mejoramiento Urbano, por ejemplo, permitió la transformación de colonias marginadas, creando parques, centros comunitarios y escuelas en lugares que antes sólo conocían el abandono.
Con la llegada de la presidenta Claudia Sheinbaum, el territorio sigue siendo un eje central para las políticas públicas. Su administración ha priorizado varios proyectos clave que impactarán directamente el territorio y el bienestar de millones de mexicanos. Entre estos, los proyectos ferroviarios, que no solo mejorarán la conectividad del país, sino también impulsarán el desarrollo regional. Como el Tren Maya, que no solo mejora la infraestructura de transporte, sino que revitaliza las economías locales del sureste, creando empleo y acceso a servicios básicos.
Otro aspecto central de este gobierno es la infraestructura educativa. La creación de nuevas universidades en diversas regiones del país, especialmente en las más apartadas, es prioridad para garantizar el acceso a la educación superior para todos los jóvenes. Además de representar un avance en este derecho, se convertirán en motores de desarrollo regional, impulsando la innovación y la generación de conocimiento en comunidades históricamente marginadas.
La vivienda también es un componente esencial de la agenda. Además de la construcción de nuevas viviendas, se mejorarán las existentes, transformando colonias que aún padecen condiciones precarias. Asimismo, los proyectos de infraestructura básica, como el acceso a los servicios de agua potable, drenaje y electricidad en áreas rurales y urbanas marginadas, son una de las prioridades más urgentes. Estas acciones son parte fundamental de esta visión transformadora. Sin estos servicios, el desarrollo real y sostenido es prácticamente imposible. Esta infraestructura no solo mejora la calidad de vida, sino que también previene enfermedades, fomenta la educación y crea condiciones propicias para el desarrollo económico local.
La solución a todos estos retos pasa por un modelo de planeación participativa, donde las comunidades sean escuchadas y sus necesidades reflejadas auténticamente en los proyectos. Así, no solo se mejorará la calidad de vida, sino que también se fomentará un sentido de pertenencia y de identidad local. Un ejercicio técnico, basado en evidencia y estudios rigurosos, debe complementarse con la incorporación de los ciudadanos en el proceso de toma de decisiones.
Finalmente, los proyectos no solo deben mejorar las condiciones actuales, sino garantizar un futuro más habitable y resiliente para las generaciones venideras. Es crucial que las obras se diseñen considerando su sostenibilidad ambiental y su capacidad de adaptarse a los desafíos del cambio climático.
El territorio, en su sentido más amplio, es la columna vertebral de nuestra nación. Planificarlo adecuadamente es la creación de un país más justo, equitativo y sostenible. Con la administración de Claudia Sheinbaum, la visión de un México más conectado y justo sigue firme. La planeación territorial debe continuar siendo un eje central de las políticas públicas, involucrando a las comunidades, apoyándose en la técnica y con una visión de largo plazo para lograr que cada rincón del país se convierta en un espacio donde las personas puedan acceder a los derechos y oportunidades que merecen.
@MeyerFalcon
Exsecretario de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano.