La Alcaldía Azcapotzalco se encuentra al norte de la Ciudad de México, cuenta con casi medio millón de habitantes, cuya historia se remonta previo a la era de la gran Tenochtitlán. Tiene una vasta propuesta cultural desde el aspecto arqueológico hasta el novohispano, ya que en esa demarcación se encuentra el mayor número de pueblos y barrios originarios.
Es semillero artístico, cultural y gastronómico; pues aquí saboreas unos tacos del mercado del centro hasta platillos gourmet en uno de los más reconocidos restaurantes del país e incluso a nivel internacional, ubicado en la colonia Clavería.
Se trata de una alcaldía con un bono demográfico importante, ya que prácticamente un cuarto de la población se encuentra en los 30 a 39 años; es decir, en una edad productiva cuyas oportunidades para el desarrollo son latentes y están justamente en el momento de generarse buenas condiciones para el retiro, mientras los empleos sean seguros y estables.
Dado su pasado industrial importante, encontramos en Azcapotzalco la presencia de grandes gremios de trabajadores asentados: los petroleros y los electricistas. Actualmente las actividades a las que más se dedica la población es la comercio y el sector profesional; es decir, de servicios.
Estos son algunos datos y argumentos de la valía de esta alcaldía. Sin embargo, existe la sombra amenazante del llamado “cártel inmobiliario”, que opta por la construcción de vivienda de alto costo —que no beneficia directamente a las comunidades— que llena los bolsillos de las autoridades sin importar la calidad de la construcción o la posibilidad y factibilidad de que esas viviendas gocen a plenitud de servicios urbanos correctos, como el agua potable.
De igual forma, existe un sesgo político de la actual administración panista; la cual ha dejado a muchos vecinos sin la posibilidad de ver sus solicitudes de gestión resueltas; algo deleznable pues se gobierna para toda la población, sin importar filias y fobias.
La inversión pública es carente, pero aflora en tiempos electorales de manera espontánea y mágica; pues de mañosamente se hacen pasar por proyectos gubernamentales acciones de presupuesto participativo; o sea, obras que la gente escogió para realizarse en sus colonias por iniciativa de los mismos vecinos, lo cual conlleva falacias a la hora de argumentar el ejercicio del presupuesto de la alcaldía. Definitivamente hace falta control del ejercicio del gasto público.
Ante una situación de indignación, es necesario que esta demarcación retome el rumbo de la Transformación política y social para tener gobiernos cercanos a la gente y desde la misma gente de Azcapotzalco, pues quién sabe mejor sus problemas que las mismas personas que los padecen.
Azcapotzalco está cambiando, como toda la dinámica de la Ciudad y, justamente por esa misma razón, la administración se debe encaminar con humanismo y en pro de toda la sociedad, generando espacio público de calidad y con instalaciones dignas para todos los sectores sociales; con posibilidad de desarrollo social y reduciendo las brechas de desigualdad que aún existen.
Cuando se trata de gobernar, se debe considerar a la sociedad en su conjunto y no de manera sectaria o discriminando la preferencia política o condición social. Ninguna necesidad política está por encima del bien común y el mejoramiento del entorno; esa debe ser una primicia moral para quienes estemos inmersos en la intención de asumir algún cargo público. Fueron suficientes las razones para asumir los compromisos y sacar adelante el proceso de la verdadera transformación en Azcapotzalco. Hay mucho Pueblo para tan poco gobierno en Azcapotzalco.