Existe un principio básico para empezar a entender los distintos tipos de violencia que sufren las mujeres: “Lo que no se nombra, no existe”. Históricamente, las mujeres han padecido todo tipo de violencias, desde las simbólicas, que “no dejan marcas” hasta la violencia feminicida, que es el extremo más conocido.
En nuestro país, empezar a nombrar —literalmente, empezar a ponerle nombre a lo que se padece en el cotidiano— es uno de los grandes pasos de nuestro tiempo. De ahí la importancia de las leyes con “nombre de mujer”, a saber:
- La Ley Ingrid, que sanciona a las personas que revictimicen a mujeres víctimas de feminicidio. Exhibir fotografías, o materiales de la investigación con fines propagandísticos o para satisfacer morbos malsanos son materia de esta ley.
- Ley Olimpia, que sanciona a quien difunda sin consentimiento material íntimo, particularmente fotos y videos. Esta ley sanciona el acoso, el hostigamiento y la difusión de contenido sexual en redes sociales.
- La Ley Malena, que sanciona a quienes ejercen violencia feminicida con ácido o sustancias corrosivas. La Ley Malena garantiza a las sobrevivientes de este tipo de ataques, atención médica, psicológica y apoyo legal especializado.
- La Ley Sabina créo el Registro Nacional de Deudores Alimentarios e impide que quien aspire a ocupar un puesto de elección popular, no pueda ser postulado a un cargo si se encuentra en ese supuesto.
Estos son sólo algunos ejemplos de luchas históricas que visibilizan hechos particulares que afectan particularmente a las mujeres de sólo algunas de las violencias machistas que por desgracia siguen vivas en nuestro país.
El pasado 15 de agosto, la actual Presidenta electa, Claudia Sheinbaum, en su discurso reivindicó la visibilización del lenguaje realmente inclusivo, al mencionar que recibió el “mandato popular” de ser “la primera presidenta con a” de México y puntualizó, “…no llego sola, llegamos todas”.
Para los puristas del lenguaje que explican que el puesto lo ejerce el “ente”, independientemente de si es hombre o mujer, baste decirles que las reglas del idioma no están escritas en piedra. El idioma evoluciona junto con sus sociedades y sirve también para expresar nuevos pensamientos, sentimientos y estados de ánimo, también para definir nuevos momentos en la historia, como el que vivimos ahora.
Bienvenida, a nuestra nueva Presidenta con «a», y con ella a todas las ingenieras, arquitectas, juezas, abogadas, científicas y más. Bienvenidas a todas las mujeres invisibilizadas a lo largo de nuestra historia, a todas las mujeres eminentes que nunca se les ha dado el lugar que les corresponde y a nuestras bisabuelas, abuelas, madres, hermanas y más. Sean bienvenidas todas a este nuevo capítulo en la historia de nuestro país.
¿Quién va a ir al último Grito de nuestro Presidente López Obrador al Zócalo? Allá nos vemos.