Unidad sin golpeteo, claridad en mecanismos de selección de candidaturas y espacios para dirimir diferencias entre compañeros, esos son algunos de los reclamos más frecuentes entre los militantes de Morena de cara a la renovación de la presidencia y la secretaría general del partido.
La renovación de dirigentes forma parte de la agenda política de todos los partidos. La posibilidad de elección consecutiva de líderes en el PRI y el PAN ha propiciado frentes abiertos entre militantes ya que los resultados electorales no muestran que lo mejor sea la permanencia de quienes diseñaron la estrategia electoral.
En cambio, en el partido Morena hubo triunfos históricos pero las principales carteras ampliaron su mandato el año pasado y, según la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, deben renovarse. Además, la agenda política busca eliminar la relección en cargos de elección popular. Es un acto de congruencia que el ejemplo venga de casa.
El nombramiento de Mario Delgado como secretario de educación en el gabinete presidencial y el reciente respaldo de la senadora Citlali Hernández, quien hasta hace días manifestó públicamente su intención de presidir morena, dejan el camino libre para la actual secretaria de gobernación, Luisa María Alcalde Luján.
Su nombre y apellido no son ajenos al movimiento. Su madre Bertha Luján fue secretaria general y presidenta del consejo nacional, y su padre, abogado de profesión, tiene relación con el Presidente López Obrador. Además, quienes militaron en esa transición de Morena asociación civil a partido-movimiento recordarán que la ex secretaria del trabajo fue la voz de aquella organización juvenil llamada morenaje, donde coincidieron jóvenes y estudiantes.
Luisa Alcalde fue diputada federal en un periodo crucial para Morena. Si bien, llegó por las siglas del entonces aliado Movimiento Ciudadano, tuvo importantes participaciones en tribuna denunciando el actuar del gobierno priista en el marco de las reformas estructurales del Pacto Por México. Además, ese trienio fue el periodo de las asambleas constitutivas y una tribuna muy importante previo al debut electoral de Morena.
La posibilidad de que presida el partido es una señal clara de que, para el tiempo de mujeres, el relevo generacional es clave. La aspiración de la secretaria de gobernación es una señal de diálogo, civilidad política e identidad con las bases del proyecto.
Conducir un partido necesitado de institucionalidad y plasmado de diversidad es el desafío más grande de los protagonistas de la 4T, cuya primera prueba estará en que no existan fracturas cruciales en el marco de la renovación de las dirigencias estatales y en las elecciones intermedias de 2027.
Ahora, sin el manto unificador del Presidente Andrés Manuel, las omisiones y errores no pasarán por alto. La militancia está cada vez más politizada y la consolidación del segundo piso de la cuarta transformación tiene que pasar por el partido.
¿Dónde más los militantes pueden expresar sus inconformidades, formarse políticamente, participar en la construcción de mecanismos y resolver diferencias? No es necesario esperar a las crisis para renovarse. Morena y el país son otros. Para que exista continuidad, el cambio es impostergable.