Pluma Patriótica

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Prospectivas sobre el mundo del trabajo y las políticas laborales

El trabajo como actividad tiene una doble finalidad para las personas. La primera está directamente vinculada con la generación de ingresos económicos para la satisfacción de las necesidades individuales y de los hogares. La segunda responde más al desarrollo como persona y la obtención de satisfacciones a partir de reconocerse como socialmente útil. En conjunto, estas dos finalidades otorgan relevancia plena al trabajo en las sociedades a lo largo de la historia. Además, a partir de la conformación de Estados de Bienestar —sobre todo en el período de entreguerras— el trabajo sirvió para contar una base permanente para la institucionalización de los sistemas de protección social.

Sin embargo, el trabajo ha experimentado cambios —algunos graduales y otros radicales— que hacen concluir que el —como argumentó el sociólogo francés Alain Supiot— el trabajo ya no sea lo que fue. Ahora los empleos, dice Anthony Giddsens, “no están basados en el modelo de trabajador permanente y a tiempo completo, más bien está expuesto a nuevas formar de organización del trabajo”. Destacan los casos de la expansión del trabajo a media jornada, las pausas voluntarias e involuntarias en la carrera, el autoempleo, el trabajo en caso, el trabajo plataformizado, la subcontratación y los riesgos por la automatización de procesos y la irrupción férrea de las aplicaciones de la inteligencia artificial.

Estos procesos han colocado a los países, tanto con economías desarrolladas como emergentes, en un contexto de cambio y presiones en sus perspectivas de empleo. Aunque el crecimiento exponencial consumo ha contribuido para que los países con economías medias —como el caso de México— sostengan prácticamente pleno empleo, lo cierto es que las tendencias en el mundo del trabajo advierten de riesgos reales. Las organizaciones supranacionales, como el caso de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) han colocado énfasis en la necesidad de que los gobiernos nacionales cuenten con herramientas de política públicas para revertir los antiguos y anquilosados problemas del mundo del trabajo y enfrentar con mejores previsiones los retos hacia el futuro.

El caso de México es sugerente en el análisis sobre cuáles son las herramientas e instrumentos con que se cuenta para atender el problema. A partir de 2018 las políticas laborales y para el empleo experimentaron un viraje notable. Se pasó de un modelo laboral que privilegiaba la flexibilidad laboral a uno que ofrece mayor protección a los derechos de las y los trabajadores. Se transitó de un modelo —en buena medida basado en consideraciones ideológicas de la economía neoclásica— que advertía de la inviabilidad macroeconómico del incremento de los salarios hacia un modelo que actúa con evidencia y propone incrementos salariales graduales. El cambio también fue notorio en lo que se refiere a la formulación de políticas de políticas para el empleo con la característica principal de poner atención en la calidad y ‘no tanto’ en la cantidad de espacios de trabajo.

Sin embargo, los retos siguen siendo de enorme magnitud. Tras el cambio de gobierno resulta deseable que estén en la agenda del mundo del trabajo los temas relacionados con el “trabajo plataformizado” y los riesgos por la automatización de procesos y actividades. Esto sumado a los problemas clásicos relacionados con el ingreso, la organización sindical, la protección de derechos, la atención a la informalidad laboral y la conformación de esquemas de protección social “no contributivos”.

El mundo del trabajo es tan complejo porque está relacionado con la calidad de vida de las personas en ese momento determinado, pero también con la generación de capacidades y entornos de oportunidades para generaciones futuras. Es decir, si un hogar/familia cuenta con integrantes económicamente activos y con empleos formales y de calidad, entonces podrán acceder a bienes y servicios para su mejor desarrollo. Por el contrario, si un hogar/familia cuenta con trabajos informales o precarizados tendrán menores probabilidades de desarrollo.

En este último silogismo está el centro del drama contemporáneo del trabajo/empleo. Alicia Puyana escribió que la pobreza y la desigualdad son consecuencias de una atención deficitaria o ineficaz al “trabajo” dado su vinculación simbiótica que tiende a crear círculos viciosos. Es de tal relevancia que —afortunadamente— la virtual Presidenta electa ha hecho énfasis en la necesidad continuar con la línea ascendente de las políticas laborales porque inciden en la mejora general de la calidad de vida de las personas.

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