Por regla general, ningún corrupto acepta que lo es. No tienen el valor para aceptar sus actos de miseria moral. Desde gente horrible como Genaro García Luna, que se declaró no culpable de tener vínculos con el crimen organizado a pesar de las toneladas de evidencia que lo prueban, hasta Alejandro Moreno, el repugnante y sinvergüenza líder nacional del PRI, que a pesar todas las grabaciones donde habla de manera violenta y pueril sobre negocios sucios, excesos y amenazas, en público se hace como que la virgen le habla y simula ser un durazno en almíbar.
El Presidente le cerró el paso a la corrupción, y evidenció cómo en todas las áreas de la vida pública había corruptos viviendo de la simulación, la fantochería y el atraco: estancias infantiles con niños ficticios, compra de medicamentos con sobrecostos abismales, robo de hidrocarburos, reparto de notarías públicas, otorgamiento indiscriminado de concesiones de autopistas, vías férreas y telecomunicaciones, privatización de reservas naturales y playas, contratos millonarios a imprentas de libros de texto gratuito; concesiones a mineras que devastaban el medio ambiente, alteraban la orografía e hidrografía y saqueaban recursos solo peor que en el porfiriato. Todo se reducía a un esquema de negocios privados con recursos públicos en el que los conservadores ideaban mecanismos de adquisición de bienes para quedarse con el dinero del Pueblo. Unos malandros muy creativos.
A diferencia de los gobiernos del PRIAN que entregaron el petróleo a extranjeros en diciembre de 2013 con la reforma energética, el Presidente AMLO nacionalizó el litio, construyó una refinería, compró otra y arregló todas las que ya teníamos, sin olvidar que le cerró la llave al huachicol como medida prioritaria al inicio de su gobierno.
Desde 2018, cambió la manera en la que el gobierno rinde cuentas al Pueblo a través de las conferencias mañaneras diarias y en la que se ejerce el derecho a la información. Cambió el precio del dólar, que hoy ronda los 17 pesos, contra todo pronóstico de los “científicos” del PRIAN. Cambiaron las declaraciones de periodistas como Anabel Hernández y Carmen Aristegui, que sufrieron la persecución y censura en tiempos de la mafia y que ahora acusan de lo mismo a la 4T, solo que, en libertad, desde sus cómodas sillas ejecutivas, sus conferencias de universidades privadas y sus publicaciones en estantes de librerías.
Cambió la política social, pues se orientó a apoyar a los más pobres y vulnerables, de manera universal y a rango de ley. Cambiaron las tareas del ejército, que ahora construye escuelas, hospitales, autopistas, aeropuertos, refinerías y ahora es una de las instituciones de mayor prestigio y que produce mayor admiración en el Pueblo. Cambió el patrimonio de Vicente Fox, la intromisión del gobierno en las elecciones, los gastos en Palacio Nacional y hasta el horario de verano.
A partir de la implementación del etiquetado claro Nestlé, Coca-Cola, Bimbo y Pepsi tuvieron que cambiar el 56% de sus recetas, y Bimbo el 82% de las suyas, reduciendo drásticamente la cantidad de azúcares añadidas, grasas saturadas, sodio y calorías por porción.
Cambió la política laboral, y hoy México es el país con la menor tasa de desempleo del mundo. Cambió el salario mínimo, pasando de 88.36 a 248.93 pesos diarios; se eliminó el esquema de subcontratación que evadía obligaciones patronales y cambió el esquema de pensiones, porque ahora los trabajadores podrán jubilarse con el 100% de su salario y todos los adultos mayores de 65 años cobran una pensión no contributiva como un derecho de ley.
¿Qué no ha cambiado?
El pensamiento conservador de quienes robaban al Pueblo para luego pedirle el voto. No cambió la visión de la derecha de hacer política para enriquecerse. Tampoco el racismo, el sexismo, el elitismo y todas las formas de discriminación de los conservadores que impusieron su modelo de saqueo durante 36 años. No cambió el PRI ni el PAN, que insisten en mantener la corrupción a nivel local, donde aún gobiernan.
Pero ahora el Pueblo es el actor principal. Cambió la percepción de que el gobierno solo roba. Cambió la dinámica popular de ir a eventos políticos por puro acarreo, pues la gente le demuestra un cariño conmovedor y un apoyo incondicional al Presidente, y lo manifiesta llenando todas las plazas, pidiéndole fotografías cual rockstar, abrazándolo, creando todo tipo de productos con su imagen -desde los pejeluches hasta los amlitros-, defendiéndolo en las calles, en las discusiones familiares y en las redes sociales, y votando cada elección por la marca que él creó, llamada Morena.
Pero lo más raro que cambió son las declaraciones de los conservadores, pues ya no hablan de populismo ni de paternalismo, sino de que los programas sociales de bienestar se quedan y de que hay que ayudar a la gente pobre.
¿Ya ven como sí cambió la cosa? Bienvenidas todas y todos a la Cuarta Transformación.