«La bala alcanzó a Donald Trump, pero mató a Joe Biden».
Matthew D’Ancona
El teórico político Sheldon Wolin desarrolló el concepto de totalitarismo invertido[1] para describir la transformación del sistema político de los EE. UU. por la influencia desproporcionada que tienen las grandes corporaciones y el capital financiero en la economía y vida pública de ese país. En lugar de movilizar a la población en masa, como en los regímenes totalitarios clásicos, el totalitarismo invertido busca desmovilizar y despolitizar a los ciudadanos utilizando al poder mediático para fomentar una cultura de la distracción, en donde el consumo y el entretenimiento reducen la capacidad crítica de los ciudadanos. De esta forma se convierten en espectadores, en lugar de partícipes activos del proceso democrático.
Para legitimar el control que tiene del Estado, el poder corporativo, debe asegurar que se mantengan las apariencias de vivir en una democracia, conservando las elecciones periódicas y legislaturas que simbolizan la libertad, pluralismo y tolerancia propias de un gobierno con soberanía popular. Y para perpetuar esta disfuncional relación dominante se debe prevenir la formación de un frente de oposición unido mediante la fragmentación y polarización social exacerbando las diferencias étnicas, culturales y socioeconómicas.
El método anterior les funcionó muy bien, hasta que Donald Trump irrumpió el proceso electoral de 2016 con un discurso antisistema, derrotando a la candidata oficialista Hillary Clinton. Aunque no logró reelegirse, sí pudo construir una sólida base electoral para conseguir una nueva nominación a la presidencia. Trump supo capitalizar el descontento de millones de norteamericanos blancos de clase trabajadora, quienes experimentaron un profundo cambio económico y social derivado de las políticas de desindustrialización que eliminaron millones de puestos de empleo; del militarismo desenfrenado; de la codicia corporativa, como la epidemia del fentanilo provocada por la familia Sackler[2]; y de la crisis de la deuda estudiantil[3], evidenciando a la oligarquía rapaz que capturó las instituciones públicas de su país para imponer una lógica mercantil que reemplace el bienestar común y el interés público.
El Partido Demócrata de los Clinton y Obama —que se volvió indistinguible del Partido Republicano durante la dinastía Bush— recuperó la Presidencia en 2020, sin embargo, encontró un país dividido. El trumpismo antisistema se arraigó en el Partido Republicano y además cuenta con el apoyo mayoritario en la Suprema Corte, que ha allanado el camino de Trump a la Casa Blanca a pesar de los juicios y condenas en su contra. Este es uno de los motivos del presidente Joe Biden para reformar el Poder Judicial[4], similar al Plan C del Presidente Andrés Manuel López Obrador, ya que en ambos países los aparatos de justicia están capturados por una oligarquía conservadora que no responde a los intereses de la ciudadanía[5].
La tesis de Wolin ―que el totalitarismo invertido se vería amenazado por un frente de oposición unido, como el trumpismo que se materializó para romper con el control de las corporaciones sobre el sistema político norteamericano― se refuerza con el hecho que Biden solamente reconoció no estar apto para competir por la presidencia hasta comprobar que ni el lawfare, ni el asesino solitario[6] del fallido atentado del 13 de julio, le evitarían enfrentar de nuevo a Trump en las urnas. Hasta entonces saldrían a la luz las extraordinarias virtudes de su recomendada Kamala Harris, reveladas por aquellos mismos medios de comunicación que, por más de un año, argumentaron que las evidencias del deterioro cognitivo y físico del presidente eran tan solo fake news y producto de una conspiración.
Los estadounidenses deberán elegir entre una representante de la codicia corporativa desmesurada, de la locura de la guerra interminable que nos encamina a un conflicto bélico de escala mundial y del ataque a las libertades más básicas para mantener una precaria cohesión social o Trump, el candidato antisistema que ya demostró lo caótico de su estilo de gobierno, llevando los conflictos internos hasta escenarios cercanos a una guerra civil[7]. Pero ante el vergonzoso y grotesco espectáculo que brindaron la mayoría de los congresistas y senadores norteamericanos ovacionando al ritmo de dos aplausos por minuto a Benjamín Netanyahu[8] —acusado de crímenes de guerra por la Corte Penal Internacional—, nos damos cuenta de que conservar el totalitarismo invertido o regresar al caos “antisistema” es un falso dilema. Para revertir la crisis civilizatoria será necesario reemplazar a toda esta clase política que facilita y celebra el genocidio en Gaza. Solamente otro evento de consecuencias imprevistas —como esa bala que alcanzó a Trump— provocaría que pierdan los dos para forzar así a un cambio de régimen.
[1] Managed democracy and the specter of inverted totalitarianism : Wolin, Sheldon S : Free Download, Borrow, and Streaming : Internet Archive
[2] ‘Medicina Letal’ (Netflix): ¿Qué sucedió con Richard Sackler?
[3] Universidades en Estados Unidos: las enormes deudas estudiantiles de hasta US$1 millón en el país más rico del mundo
[4] Biden ordenó estudiar una reforma para agregar jueces al Tribunal Supremo de EE. UU.
[5] Ejemplos de cómo las atribuciones que se han tomado los Ministros que traicionan los intereses de la mayoría son, en los EEUU; el otorgar inmunidad presidencial, revertir los derechos reproductivos y la política de encarcelamiento masivo que incide sobre la población de jóvenes afroamericanos y latinos pobres, y en México, invadir el ámbito del poder Legislativo así como liberar a criminales de cuello blanco y narcotraficantes de forma expedita cuando al mismo tiempo seis de cada diez reos del sistema penitenciario, pobres la mayoría, aún no han sido juzgados.
[6] La tesis del asesino solitario ha sido utilizada para los reportes oficiales de los magnicidios de John F. Kennedy, Martin Luther King y Robert Kennedy. No sorprendería a nadie que las Comisiones Investigadoras resuelvan de la misma forma el reciente atentado contra Donald Trump.
[7] Asalto al Capitolio: Los 65 días que desembocaron en el caos en Washington – BBC News Mundo
[8] La comunidad internacional condena el vergonzoso discurso de Netanyahu en el Congreso de EEUU | Público – En su discurso ante el Congreso de Estados Unidos, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, recibió 26 ovaciones de pie y 41 interrupciones por aplausos