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¿Quién construye el futuro de las juventudes?

En seguimiento a mi columna de veintinueve de enero pasado, retomo la problemática del desplazamiento de nuestros hogares, desde otra arista. Resulta que, en México, el acceso a la vivienda es un derecho humano casi inalcanzable, de cuyo anhelo no están exentas las y los jóvenes, pues es natural pretender estabilidad, cuando se trabaja empeñosamente.

¿Cuál sería la consecuencia de tanto empeño? Las leyes en materia de trabajo y seguridad social prevén un descuento cercano al 5% sobre tu salario integrado, que funciona como sistema de ahorro para la vivienda, a través del famoso INFONAVIT. Esta reducción que no ocurre por arte de magia, debe contarse con ciertos meses de antigüedad, tener buena calificación ante el buró de crédito, atender los límites mensuales de estas aportaciones —y, claramente, salir invict@s de toda tramitología y burocracia—.

Abonando al contexto, les cuento que, en torno al día internacional de la juventud, el INEGI publicó datos estadísticos emitidos durante el primer trimestre de 2024, que reportaban cerca de 31 millones de jóvenes, de entre 15 a 29 años, de quienes anunció una tasa de desocupación de 5.6 por cada 100 personas económicamente activas; mientras que 59.5 por cada 100 se encontraban activas dentro de la informalidad[1].

Las juventudes presentan considerable índice de desempleo, pero cuando lo tienen y pretenden acceder a una vivienda, se enfrentan con problemas diversos. No solo por su nivel salarial y lo que implica la gestión del trámite; lo que observo es preocupación por endeudarse gran parte de la vida, por una casa, que muchas veces no se encuentra en el radio de su cotidianidad ni cumple con sus necesidades.

Lo anterior, se vuelve la historia de vida de mucha gente, por ejemplo, José, Jesús o Dafne, de 29, 22 y 19 años, respectivamente, quienes opinaron para el periódico El Sol de Puebla[2], su percepción sobre la situación económica actual. Narraron que “en años pasados la vida era más accesible, pues nuestros papás pudieron hacerse de un patrimonio sin tener estudios, o incluso teniendo una familia grande”; piensan que “existen diferentes formas de acceder a una vivienda, pero de nada sirve si no tenemos los canales”. La mujer cuestiona cómo podría pagar un crédito, percibiendo $1,200.00 a la semana, “si apenas nos alcanza para los gastos básicos”.

La preocupación es legítima y, ante ella, informar es aún más urgente. Por ejemplo, hoy está en marcha el plan de vivienda anunciado por la Presidenta Claudia Sheinbaum, que consiste en la construcción de un millón de residencias nuevas, que serán designadas principalmente a las juventudes, mujeres jefas de familia, población indígena y adultos mayores.

La propuesta implica rentar alrededor de 100 mil viviendas para jóvenes de 18 a 30 años, en su mayoría departamentos ubicados en unidades habitacionales y zonas industriales, promoviendo así que las personas que se encuentran en este rango de edad puedan alcanzar una vivienda propia, mediante el pago de una renta, con costos accesibles que les permitan una mayor accesibilidad ya sea a estudiar o trabajar.

Entonces, parece que ya hay una solución; sin embargo, dejo para la reflexión lo siguiente: ¿acaso los programas sociales -de un gobierno humanista- como la construcción de vivienda, buscan incidir en algo más allá que la economía del país o un sector, que claramente puede ser concebido como vulnerable?

Considero que sí, percibo una inyección de aliento, debemos entender que las circunstancias de las juventudes son muy distintas en todo el país, algun@s tuvieron el privilegio de estudiar, tener una cédula, y un empleo bien remunerado. Otras, y muchos más, están en rezago educativo, y viven junto con toda su generación familiar, en un mismo hogar.

Por supuesto que el clamor de empleo —y bien pagado— es alarmante, pero veo que hoy —más que nunca— gobierno y empresarios de la mano están aumentando tales oportunidades. La construcción de viviendas y su accesibilidad serán una realidad. Divulguemos estas acciones, que son parte de la reconstrucción del tejido social; ocupémonos de disuadir el miedo a crecer, a intentar formar una familia o conformarse con ser los eternos pupilos de mamá y papá.

Las juventudes ya tienen herramientas en sus manos, debemos depositar todo el aliento y esperanza en ellas y ellos, que desde ahora están plantando las columnas del tercer piso de esta historia.


[1] La informalidad laboral comprende a la población ocupada en el sector informal y las condiciones laborales consideradas informales, tales como el autoempleo en la agricultura, la no remuneración o la carencia de seguridad social.

[2] Publicado el 12 de julio de 2023.

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