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Remedios para el autoengaño

“Es más fácil engañar a la gente que convencerlos de que han sido engañados”.
Mark Twain 

El autoengaño es un mecanismo de defensa para proteger el ego y manejar el estrés que consiste en convencerse a uno mismo de algo que no es necesariamente verdadero. Este fenómeno psicológico, como estrategia para afrontar la realidad ante situaciones de alta presión ―proporcionando alivio temporal a la ansiedad o el miedo―, ocurre con frecuencia a nivel personal, pero también a nivel colectivo con profundas implicaciones, como se puede observar con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.

El paso del autoengaño individual al colectivo se facilita cuando las personas en posiciones de influencia promueven una realidad de acuerdo con sus ilusiones difícil de cuestionar, debido a las dinámicas sociales, la presión de grupo y la necesidad de pertenencia. Tradicionalmente las sociedades han construido narrativas históricas que omiten o distorsionan hechos para presentar una versión más favorable de su pasado, perpetuando el racismo y otros tipos de discriminación, ignorando las desventajas estructurales que enfrentan grupos marginados, y reforzando así los prejuicios y estereotipos existentes sin cuestionar o cambiar las políticas y prácticas que los sostienen. El lema de campaña de Donald Trump, “Make America Great Again”, cumple con estas características y preocupa porque puede llegar al extremo de utilizarse para justificar guerras, despojos y genocidios como ocurrió en el Siglo XIX con la idea del Destino Manifiesto.[1]

Uno de los efectos más comunes del autoengaño es la negación de problemas personales, como lo pueden ser las adicciones, enfermedades mentales o conflictos emocionales. Al vivir en una realidad distorsionada, las personas experimentan un aumento en los niveles de ansiedad y depresión debido al constante esfuerzo de mantener la ilusión y la disonancia cognitiva resultante. En el plano de las relaciones interpersonales, el autoengaño hace la comunicación menos efectiva porque quien lo ejerce no reconoce ni acepta una realidad distinta, imposibilitando así la resolución de conflictos y el entendimiento mutuo. Y porque no hay nadie más fácil de engañar que quien quiere engañarse a sí mismo, las personas se vuelven ideológicamente manipulables; como sucedió con quienes con enormes dosis de autoengaño reforzado por sicarios mediáticos y encuestas de Massive Caller, doblegaron sus convicciones para justificar el apoyo a la insólita alianza PRI-PAN-PRD para luego abrazar falsas ilusiones esperando el triunfo electoral de Xóchitl Gálvez.

Otro efecto del autoengaño, a nivel social, es la parálisis gubernamental por la polarización. La convicción de poseer la única verdad, alimentada por espacios mediáticos virtuales donde las personas solo buscan y creen información que confirma sus prejuicios ignorando o descalificando información contradictoria, convierte el diálogo en un campo de batalla ideológico, más que en un espacio para el entendimiento mutuo, haciendo que la comunicación y el compromiso constructivo para la solución de los problemas comunes sean casi imposibles. Tal es el caso de las democracias occidentales que entraron en un período de inestabilidad desde el voto a favor del Brexit en el Reino Unido en 2016, donde los extremos del espectro político ganaron relevancia proponiendo posturas radicales para chantajear a los partidos moderados a formar un gobierno junto con ellos. Sin embargo, estas administraciones son frecuentemente impopulares, inestables y breves por su incapacidad para atender las demandas más sensibles de la sociedad.[2]

En contraste, desde 2018, México ha logrado sobreponerse a la polarización impulsado por un despertar ciudadano que cuestiona privilegios, combate la corrupción y exige revertir las desigualdades históricas, alentando la participación activa en la vida pública y el compromiso con el bienestar común. Este cambio social nace de una conciencia colectiva realista que asume la responsabilidad compartida de participar activamente en la vida pública. Al igual que la educación crítica, el estímulo del pensamiento independiente y la promoción de la diversidad de opiniones son esenciales para luchar contra el autoengaño personal, México ha demostrado que para evitar el autoengaño colectivo se requiere de un esfuerzo general y continuo de intercambio de información para ajustar las narrativas colectivas a la luz de nuevas evidencias o perspectivas de todos los grupos sociales involucrados. Con la Conferencia Mañanera como catalizador de la discusión pública para imaginar el país que queremos, los mexicanos hemos llegado a consensos para construir una nación más justa e igualitaria. Inspirados por el renovado orgullo de pertenecer a una cultura con un gran legado de grandeza, los mexicanos hemos adoptado una visión de futuro compartida por mayorías de todo el espectro social que respaldan la transformación de la vida pública de México.


[1] El concepto del «Destino Manifiesto» sugería que los Estados Unidos estaban destinados por la providencia a expandirse por el continente norteamericano. De forma similar que la “Misión Civilizatoria” del Imperio Británico justificó su dominio colonial con el argumento de que estaban trayendo civilización y progreso a los territorios colonizados ―una forma de autoengaño que permitía ignorar o justificar la explotación económica, cultural y social de las colonias― presentando la dominación como un acto benevolente o el mito del “Buen Salvaje” durante la colonización de América, África y Asia, con la que hasta el día de hoy se autoengañan los europeos blancos con una visión idealizada de los pueblos indígenas como nobles pero primitivos, que necesitaban ser civilizados.

[2] Las elecciones en 2024 atestiguan la consolidación de ultraderecha en Europa – SWI swissinfo.ch

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